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Opinión

Para cosechar hay que sembrar

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Camilo Ernesto Ossa

En el sector rural de Ibagué hay un motor fundamental del desarrollo económico (por supuesto del social también, sobre todo para quienes lo habitan) y es un motivo más que suficiente para alzar la mirada y concentrar esfuerzos de inclusión en la agenda y un abordaje que permita, a través de una política pública local, pero en sintonía con los planteamientos del Gobierno Nacional, en especial lo que quedará plasmado en el Plan Nacional de Desarrollo, superar los principales problemas que aquejan el campo, tales como la pobreza, la desigualdad (tanto económica como de acceso a recursos tecnológicos), la migración, la educación, el acceso al sector rural (vías), oportunidades a los campesinos para la producción y la comercialización  (lo que llamamos créditos útiles -que de verdad contribuyan al progreso en montos, tasas de interés y acceso y, para esto, no hay que ir muy lejos, solo hay que mirar un ente descentralizado del orden municipal).

Pero antes de esto último, repasemos lo siguiente, primero, el Informe de Riesgos Globales 2023 del Foro Económico Mundial señala como principales factores (de riesgo) la inflación (aspecto en el que la ciudad, en el sector de alimentos y bebidas no alcohólicas, aportó la tercera variación más alta del país, para diciembre de 2022 con el 3,54%), la recesión económica, el aumento de la pobreza (con cambios significativos según el país), la desigualdad y ¿cómo no? La inseguridad alimentaria, que por cierto, en Ibagué, para diciembre de 2022, había aumentado, frente a diciembre de 2021, un 11,1%, más de hogares que no podían comer tres o más veces al día, lo que significa que, al finalizar el año pasado, en total contábamos con el 39,5% de hogares que no veían los “tres platos” de manera diaria.

Segundo, la Agenda Global de Ruralidad señala, por un lado, la importancia del enfoque y desarrollo que se le dé a la ruralidad, que debe ser, en todo caso, sustentable para incidir en la reducción de la inseguridad alimentaria y, por el otro, que en países como el nuestro, el desarrollo rural es fundamental para la economía y para la vida, que debe ser aplicado en Ibagué.

Contrario a opiniones institucionales locales, el campo ibaguereño sí puede jugar un papel fundamental en la contención de la inseguridad alimentaria, con acciones que, por ejemplo, se encaminen a, primero, actuar, fundamentalmente, en la reducción de la pobreza en el campo, segundo, dándole relevancia a lo rural (esto implica también privilegiarlo presupuestalmente), tercero, que las instituciones que tienen que ver con el sector, estén diseñadas para el desarrollo (implicando a la sociedad civil y el Estado), cuarto, se debe reconocer las diferencias territoriales y abordar los problemas desde la complejidad que implica entender las dinámicas poblacionales y económicas, quinto, una decidida apuesta a recuperar las vías de acceso, sexto, reducir la brecha tecnológica y, quinto, construir, de una vez por todas, la central de abastos que integre, el corredor logístico que se debe impulsar, apoyar y promocionar. Insisto, el principal problema a resolver en la ciudad es la economía y para ello, el campo juega un papel determinante.