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Opinión

Volvamos a la cancha

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Por: Jairo Londoño

Durante mucho tiempo, nos alejamos de los espacios que realmente transforman. Nos acostumbramos a ver las canchas vacías, las comunidades desconectadas, a los niños sin entrenadores, a las mujeres sin espacios recreativos y a los adultos mayores sin oportunidades para compartir y moverse. Poco a poco, fuimos dejando que la inseguridad, la desconfianza y la apatía ganaran terreno en los barrios.
Pero hoy quiero invitar a Ibagué a algo distinto: a volver a la cancha. No solo a la de cemento o arena, sino a la cancha de la comunidad, de la participación, del compromiso con nuestro entorno. Porque el deporte no es solo una disciplina física; es una herramienta de transformación social, de integración, de esperanza.

He sido testigo, en el sur de Ibagué, de cómo una simple pelota puede unir a generaciones; de cómo un entrenamiento puede cambiar el rumbo de un joven; de cómo una jornada recreativa puede sembrar confianza donde antes solo había miedo. Pero también he visto cómo una tarima, una canción, una obra de teatro o un ensayo de danza pueden darles sentido, pertenencia y orgullo a nuestros jóvenes.

La cultura y el arte también son parte de la cancha.

Necesitamos que vuelvan los entrenadores, sí, pero también los músicos, los gestores culturales, los cuenteros, los poetas del barrio. Que haya festivales populares, grupos de danza urbana, orquestas juveniles. Y que nuestras casas de la cultura sean verdaderos centros vivos, llenos de sueños, y no solo de paredes.

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Necesitamos que los jóvenes se metan al juego grande: que participen en sus Juntas de Acción Comunal, que propongan, que lideren, que aspiren a ser ediles; que entiendan que el cambio no se da desde afuera, sino desde adentro. Y, cuando llegue la hora de votar, que lo hagan con conciencia, con memoria, con convicción, pensando en la ciudad que quieren construir, no solo en el barrio que quieren arreglar.

Volver a la cancha es volver a confiar. Es reconstruir el tejido social desde lo cotidiano, desde el juego, desde el arte, desde la conversación entre vecinos. Es entender que no estamos solos, y que, cuando nos unimos, somos más fuertes que cualquier abandono, más firmes que cualquier hueco, más esperanzados que cualquier cifra negativa.

Hoy no hablo solo como líder social. Hablo como ciudadano que cree que aún estamos a tiempo. Que, si recuperamos nuestras canchas, nuestros parques, nuestras tarimas y nuestros salones comunales, también podemos recuperar nuestra ciudad.

Volvamos a la cancha. Ahí empieza el verdadero cambio.