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Opinión

Paroxistas, de políticos a falsos predicadores

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Por: Germán Sánchez

Ahora, que los tiempos cambian rápidamente y que los ciudadanos tragan menos entero, se informan más, tienen mayores fuentes de consulta y referencia, se viene dando una nueva moda entre nuestros gobernantes y políticos de oficio: Ser predicadores, cuasi religiosos, monjes iluminatis, pequeños budas o impulsores de Krisna en sus intervenciones públicas.

De un día para otro se tornaron en estafetas de la fe, la paz, el amor, la concordia, tomarnos de la mano y juntos marchar hacia el futuro, para hacer de este año el de las obras, las soluciones y las salidas, en un vacío esfuerzo fingido de simplificar los problemas. Cambiaron de hábito (traje) pero no de hábito (práctica habitual: mentir).

Todo parece corresponder al libreto de imagen, mentira y política, la santísima trinidad, de tres objetos diferente y un solo “dios” verdadero: ganar la próxima elección, como bien lo dijo Norma Morandini en su escrito de El País de España. – y para no salir del cargo- digo yo.

Esa nueva “homilia” de los políticos nuestros es la comunión entre imagen y mentira. De la mentira política como una forma de gobernar, que aprovecha esa condición humana de autoengañarse y de querer escapar de la realidad, según palabras de Hannah Arendt. Siempre se ha mentido en la política, pero la persuasión gracias al marketing y la propaganda se tornó en herramienta común desde el poder político y gobernantes últimamente, con tal sofisticación que invade todos los rincones sociales, económicos y políticos de la vida actual. Misma sofisticación que hace precisamente de la mentira y la abstracción de la realidad una forma de gobernar que va invadiendo a ciertos gobernados, adictos a las imágenes, como también lo señala Arendt.

Sin embargo, el enorme hueco y talón de Aquiles que exhiben estos nuevos “religiosos” de la política es que en el ejercicio real del poder excluyen, hacen cálculos electorales, presionan por votos y contratos, chantajean contratistas y funcionarios, apoyan ciertos sectores, localidades o comunidades dependiendo de si les es beneficioso para sus intereses electorales o económicos.

Los “neocatequistas” de la política en sus intervenciones públicas, columnas, discursitos, todo lo han vuelto objeto de opinión, comentar y debatir lo cual no deja espacio para una separación entre lo importante, lo urgente, lo necesario e innecesario. Es decir, a todo le hacen perder su valor social como tema transcendental para la actualidad y el futuro de los ciudadanos.

Introducen la realidad y la verdad en una especie de eterno espiral, o un bucle, donde existen múltiples posibilidades para hacerlas fantasiosas, metafísicas, cada vez más abstractas e inalcanzables porque con ello aseguran su no concreción ni su responsabilidad sobre el deber validar las mismas, es decir, juegan al anuncio y la expectativa, a mantener con ello un supuesto salvador que podría dar solución a todos los problemas si se asegura la obsecuencia, obediencia e inacción de esa masa “evangelizada”.

Pero en últimas, lo que en realidad expresan, es su incapacidad e ineptitud, producto de padecer de paroxismo (la obsesión por la imagen) que les obnubila el juicio por la seducción que genera venerar su propio retrato y lo que indiscutiblemente los lleva al terreno de creerse profetas, bueno falsos profetas, del amor, la paz, la unión y el caminar juntos. Razón tenía el escritor portugués Fernando Pessoa al decir: “El que inventó el espejo, envenenó el alma”. O para ponernos a tono con su nivel discursivo actual y como dice la Biblia: Sepulcros blanqueados.