Opinión
La empatía
Por: José Julián Ñáñez Rodríguez – director del Doctorado en Ciencias de la Educación de la UT y Alejandra Barrios Rivera – magíster en Educación.
La palabra empatía, del griego «empatheia» («em» – en, «pathos» – sentimiento), literalmente significa «sentir dentro». Aunque no existe una definición unívoca de este concepto, podemos entenderla como la capacidad para comprender al otro y ponerse en su lugar, junto con la reacción afectiva de compartir su estado emocional. Esta capacidad, que implica tanto procesos cognitivos como emocionales, ha sido objeto de estudio desde múltiples disciplinas..
Por ejemplo, desde la neurociencia, a través del descubrimiento de las neuronas espejo, se ha demostrado que estamos biológicamente equipados para resonar con las experiencias de otros, activando las mismas áreas cerebrales tanto cuando realizamos una acción como cuando observamos a otros realizarla. Por su parte, la psicología la ha examinado como un componente crucial del desarrollo emocional y las relaciones interpersonales, una capacidad que evoluciona desde la infancia y facilita el comportamiento prosocial.
Ahora bien, en el campo filosófico se debate el papel de la empatía en la moral y la ética. Desde la consideración de Adam Smith sobre la simpatía moral hasta las reflexiones contemporáneas sobre su rol en la justicia y la democracia, los filósofos han explorado cómo la capacidad de sentir con otros fundamenta nuestro sentido moral y facilita la convivencia social. Esta multiplicidad de perspectivas revela la complejidad del concepto y la imposibilidad de reducirlo a una simple definición.
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En la actualidad, la empatía se ha convertido en un término recurrente en diversos ámbitos -desde el educativo hasta el empresarial- presentándose casi como una panacea para los males sociales contemporáneos. Sin embargo, esta popularización del concepto, aunque bien intencionada, puede llevarnos a una comprensión superficial de su complejidad y sus limitaciones. En este sentido, Paul Bloom, señala los peligros de basar nuestras decisiones morales únicamente en la capacidad de sentir lo que otros sienten. Pues, la empatía puede ser selectiva y sesgada, llevándonos a favorecer lo inmediato y personal sobre lo colectivo y sistémico. Además, la pretensión de empatizar con todo y todos no solo es imposible sino potencialmente perjudicial, pues puede llevarnos al agotamiento emocional y nublar nuestro juicio en situaciones que requieren una evaluación más racional y sistemática
Por su parte, Martha Nussbaum ofrece una perspectiva más matizada, viendo la empatía no como un fin en sí mismo, sino como una herramienta para la justicia. Para Nussbaum, la empatía, cuando se combina con el juicio crítico, puede ayudarnos a construir instituciones más justas y sociedades más equitativas. La clave está en entender la empatía no como mera resonancia emocional, sino como una capacidad de comprensión que nos permite reconocer la humanidad compartida.
Esta visión adquiere especial relevancia en el contexto de las democracias republicanas, donde el ejercicio compartido del poder requiere ciudadanos capaces de comprender y considerar las perspectivas y necesidades de otros. La empatía, como virtud cívica y política, se convierte en una herramienta fundamental para el compromiso democrático y la deliberación pública.
Sin embargo, la empatía debe ser cultivada con discernimiento junto con otras virtudes cívicas: el juicio crítico, la prudencia, el sentido de justicia. Pues, en un estado democrático donde las decisiones afectan a todos, necesitamos ciudadanos que puedan combinar dicha comprensión empática con la capacidad de análisis y el compromiso con el bien común.
En conclusión, la empatía emerge como una capacidad compleja que va más allá de la simple conexión con otros. Como hemos visto, desde sus bases neurológicas hasta sus implicaciones éticas y políticas, requiere una labor consciente y un ejercicio reflexivo. En una época marcada por la polarización y el individualismo, donde cada vez es más fácil deshumanizar a quienes piensan diferente, el verdadero desafío no es simplemente sentir más, sino sentir mejor: desarrollar una empatía crítica que, en lugar de agotarnos emocionalmente o nublar nuestro juicio, nos permita construir puentes de entendimiento y contribuir a una sociedad más reflexiva y humana.
Bibliografía
Smith, A. (2004). La teoría de los sentimientos morales. Madrid: Alianza Editorial.
Bloom, P. (2017). Contra la empatía: Una defensa de la compasión racional. Madrid: Taurus.
Nussbaum, M. (2008). Paisajes del pensamiento: La inteligencia de las emociones. Barcelona: Paidós.
Rizzolatti, G. & Sinigaglia, C. (2006). Las neuronas espejo: Los mecanismos de la empatía emocional. Barcelona: Paidós.
Davis, M. H. (1983). Measuring individual differences in empathy: Evidence for a multidimensional approach. Journal of Personality and Social Psychology, 44(1), 113-126.
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