Opinión
Justicia sin credos
Por: Carlos Andrés Jurado
No es el juego del calamar sino el de Poncio Pilatos. Según las fajardas declaraciones del gerente de la IPS Incodol, que desautorizó la eutanasia para Martha Sepúlveda, se concluye que la entidad no quería desobedecer al Ministerio de salud por algún temor a ser sancionada.
El Ministerio, a su vez, no ha reglamentado la ampliación de la eutanasia a casos no terminales como el de Martha, porque la Corte no tenía publicado el fallo completo que así lo ordena; aunque esta última aclaró que ello no era necesario, ya que la decisión tenía aplicación un día después de ser anunciada, lo cual había ocurrido meses atrás.
No es difícil imaginar por qué la postura evasiva del Ministerio: no herir las susceptibilidades fascistas de una horda de electores camanduleros que los mantiene en el poder, y que nada quiere saber de lecturas más actualizadas que la Biblia (como la Constitución del 91), ni de derechos humanos (que en el antiguo testamento no existían), pues el único bienestar que parece importarles está en la otra vida —aunque sus líderes, curas o pastores, parecen disfrutar mucho de la actual—.
Una horda que añora los años cincuenta en los que algunos curas, amparados por el conservador Laureano Gómez, condenaban a muerte a cualquier librepensador, con solo señalarlo de comunista ante el púlpito (algo que ha evolucionado y se hace hoy vía Twitter).
Un montón de camanduleros que se atrevió a decirle en redes a Martha Sepúlveda, enferma de Esclorosis Lateral Amiotrófica (ELA) —una parálisis progresiva del cuerpo que lleva al enfermo a ni siquiera poder respirar o pasar saliva—, que se aguantara hasta que al Señor se le diera la gana de acabar su sufrimiento; a que dejara el show, tras verla reír frente a las cámaras contando lo de su eutanasia, celosos de que su muerte digna le quitara protagonismo al espectáculo masoquista del viacrucis —ni el hijo de Dios a morir tranquilamente tuvo derecho—.
Una horda que irónicamente se opone o asusta de las libertades que otorga la Constitución, aunque irónicamente entre ellas esté la suya: la de culto. Y que les da derecho a sufrir una enfermedad hasta que Dios mande; allá ellos; pero no a perjudicar a un Estado laico, al extender sus tentáculos clientelistas hasta entidades públicas como el Ministerio de salud, en perjuicio del resto de la población; poniendo sobre personas como Martha una cruz que no cargarán por ella.
A pesar de que la rama judicial no ha escapado a la corrupción que impera en Colombia, las altas cortes, y en especial la Constitucional, han sido tabla de salvación en temas fundamentales para el avance social y el respeto de los derechos humanos como la eutanasia, aborto, derechos LGBTQ, entre otros. Gracias a la autonomía de las Cortes, hoy somos un poco menos medievales, aunque sea en el papel. Algo imposible si dependiéramos de Gobierno y Congreso, atados al criterio primitivo del voto rezandero.
Por eso resulta tan peligrosa la reforma a la justicia que promueve por estos días Cambio Radical. Entre otras medidas, contempla que los magistrados sean elegidos por concurso de méritos, bajo la ilusión de que cualquier abogado que entre a Computrabajo podría acceder a esas instancias del poder. Como dijo el representante a la Cámara Navas Talero, la reforma sería más bien una puerta de entrada para elegirlos a dedo y tener una justicia de bolsillo, como sucede ya con el Fiscal general, y otras cabezas peladas de ética en los entes de control, a quien acuden presurosos congresistas investigados, tras renunciar a sus curules, entre ellos Uribe.
Compatriotas rezanderos: como ya dijo el papa Francisco, el purgatorio ni existe; y si existe el infierno ya estamos en él. Ya dejen el show; bajen sus tridentes, o déjenlos solo para ustedes mismos, a ver si no les duele. Ya que no votan en favor de una vida digna, al menos, mientras los alcanza la evolución, permitan, a quienes lo necesitan, morir con dignidad, para que el único paraíso que exista en este mundo no solo sea —ni en lo económico, ni en lo punitivo— fiscal.