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Opinión

¡Cantinazo a esta hora! (II) El gusto por los Corridos Prohibidos y su historia en la radio colombiana

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Por: Gustavo Campo Menco – Twitter @tavocampo

En la primera sección de esta columna se detallaron algunas partes de la historia del narcocorrido y sus orígenes latinoamericanos. El tema cerraba con un aspecto curioso, y es lo que ha sucedido en algunos casos, con el hecho de encargar la composición de un narcocorrido, y cómo esto desata iras en quienes sienten que dichas letras son una afrenta directa. Y también mostraba cómo este fenómeno cultural ha impactado en las emisoras regionales, con la programación de canciones de este género.

Curiosamente, las iras de aquellos que reniegan del narcocorrido, no se han centrado nunca, ni en “Los Tigres del Norte”, ni en el fallecido “Chalino” González, de quienes en la edición anterior se mostraron algunos detalles de su trayectoria, sino en una banda mucho más joven: “Los Tucanes de Tijuana”. Se dice que comenzaron bajo el ala de los hermanos Arellano Felix, concretamente de Ramón, los jefes del Cártel de Tijuana. “Los Tucanes de Tijuana” supusieron un paso adelante en el nivel de transgresión de este género, porque ya no solamente cantaban en términos más o menos elogiosos, sobre los narcotraficantes; sino también sobre los propios narcóticos. Como hacen en una canción donde cantan a sus tres amantes; “La María, La Blanca, y La Negra”, que no sería otra sino la heroína. Y como suele suceder en estos casos, la mala prensa, lejos de hacerles daño, fortaleció a “Los Tucanes de Tijuana” y les hizo llenar estadios. De hecho, “Los Tucanes de Tijuana” tienen 5 nominaciones al premio Annual Grammy Awards, y a pesar de haber tenido prohibido tocar en Tijuana, porque las autoridades consideraban su música apología del crimen organizado, pues el propio Gobierno mexicano de aquel momento, les encargó una canción para promocionar el turismo en el país.

Pero el que crea que la producción y consumo de narcocorridos, se circunscribe únicamente al norte de México, se equivoca. Al otro lado de la frontera, en Estados Unidos, también hay músicos, y público suficiente para este género. De hecho, los mismos “Tigres del Norte” llevan tiempo afincados en Los Ángeles.

Y así mismo, al otro lado de la frontera, crecieron y prosperaron el “Grupo Exterminador”. Y aquí sí, cualquier parecido con la realidad de sus narcocorridos, es absolutamente, pura coincidencia. El universo que retratan es más bien el de alguna película de Robert Rodríguez, como “Desperado”, o “Érase una vez en México”, o la saga “Machete”, por poner un símil cinematográfico. Un buen ejemplo de ello es su canción “Las monjitas”, que cuenta la historia de un bar de mujeres traficantes que se disfrazan de monjas, porque quieren hacer pasar el polvo blanco como si fuera leche en polvo, para un orfanato en Fénix. Lo curioso es que entre su público hay narcos auténticos, que parecen divertirse mucho con estas bufonadas.

Foto: Cadenas de Jesús Malverde a la venta en su capilla, en Culiacán, en el estado de Sinaloa. Rashide Frías/Agence France-Presse — Getty Images.

Foto: Cadenas de Jesús Malverde a la venta en su capilla, en Culiacán, en el estado de Sinaloa. Rashide Frías/Agence France-Presse — Getty Images.

Al otro lado de esto, están “Los Rivera”. Toda una dinastía conformada por Pedro Rivera y sus hijos; Lupillo, Jenny y Juan. Cada uno por su cuenta, domina el género al otro lado de Río Grande. Jenny Rivera es especialmente destacable, por ser la única mujer en un género dominado por hombres. Desgraciadamente, Jenny Rivera, quien participó como preparadora en el programa televisivo de talentos mexicanos La Voz México, perdió la vida en diciembre del año 2012, y al contrario de lo que ha sucedido con muchos corridistas varones, su muerte fue completamente accidental. Un accidente aéreo, y no tuvo nada que ver con el plomo. Al menos por lo que se sabía, hasta ahora. Porque en diciembre de 2019, comenzaron a salir informaciones que procedían, tanto de la DEA, como de un reportaje del diario estadounidense Huffington Post, que mantenían que el presunto accidente, posiblemente no lo fue. Y es que, según los reportes, a Jenni Rivera la estaría presionando un Cartel, para que les ayudara a blanquear dinero, y como haya sido el negarse a ello, las consecuencias habrían sido su muerte prematura.

Y es que, la industria del narcocorrido también funcionaría, en algunos casos, como una lavadora de dinero del narcotráfico. Se habla de la compra de productores musicales, quienes controlan directamente los volúmenes de producción de sus discos y podrían manejar los márgenes entre las ventas reales y las ventas ficticias, y podrían inflar esas cantidades. Esto funcionaría como un acuerdo simple; si se venden mil copias, dirían que se vendieron diez mil. Y ese dinero terminaría llegando al Cartel. Y lo mismo sucede con las taquillas de actuaciones en directo.

El narcocorrido tiene tres períodos muy bien definidos y que encajan a la perfección, se corresponden con períodos más o menos iguales dentro de lo que sería la historia del narcotráfico en México.

El primer período serían los 70 y 80. El de “Los Tigres del Norte”, en el cual se le canta a la rebeldía. Se le canta a ir contra la autoridad, contra la Policía y los militares, sobre todo señalando que los narcotraficantes pueden ser delincuentes, pero la policía y los militares son corruptos. Este período se correspondería con un período en el que el tráfico de drogas era un medio para salir de la pobreza, un último recurso, una cuestión de supervivencia.

El siguiente período sería el de “Los Tucanes de Tijuana”, o el de Jenni Rivera. Y aquí lo que cantan son cosas muy distintas. Aquí se empieza a exaltar al narco que maneja mucho dinero, que conduce su camioneta del año, y tiene su pistola chapada en oro. En ese período la droga no es una forma de sobrevivir o de salir de la pobreza. Allí la droga es una forma de hacerse millonario.

Y los de la nueva generación, gentes como “El Komander”, o “Los Buknas de Culiacán”, tienen que ver con “Los Tigres del Norte”, algo así como lo que el Grupo Niche tendría que ver con Ismael Rivera; es Salsa, pero no es lo mismo. En la corriente musical llamada “Movimiento alterado”, nacida en Culiacán, a lo único que se le canta es a la violencia callejera. A la guerra; sea contra otros carteles o contra el Gobierno, y a la violencia pura y dura.

A todo esto, tendríamos que remontarnos a las fiestas que daban Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero y Ernesto “Don Neto” Fonseca Carrillo, parecidas a las de la serie “Narcos México”, y en las que tocaba un músico humilde y tradicional, miembro de la “Banda Tierra Blanca”, de Sinaloa, que estaba allí al capricho de los narcos, tocando dos o tres días seguidos. Este hombre de apellido Valenzuela, tenía dos hijos gemelos; Adolfo y Omar, y desde luego, no quería esa vida para ellos. Así que los envió al Norte, con unos parientes. Y estos muchachos de 14 años pasaron de ser clase media en Culiacán, a ser unos cholos en el este de Los Ángeles. Ni siquiera hablaban inglés, y aún así consiguieron sobreponerse y ser parte del sueño americano.

Los gemelos Valenzuela tenían un talento innato para la música y consiguieron llegar a tocar con Celia Cruz y Tito Puente. Y ahí se podía haber terminado la historia. Dos músicos latinos en Estados Unidos, como muchos. Pero los hermanos Valenzuela no se quedaron ahí.  Consiguieron becas para ir a la universidad, estudiaron duro, y cuando terminaron se dedicaron a la producción musical. Tenían un plan y parece que les salió bien. En 1997 fundaron Twiins Music Group, el sello discográfico que se ha convertido en la referencia absoluta de todo el género. Sobre todo, de ese “Movimiento Alterado. Y además consiguieron algo inédito; que la música mexicana que se producía en Estados Unidos fuera un éxito allí y luego en el propio México.

Toda esta historia empalma en tiempo y espacio con la historia de los Corridos Prohibidos en Colombia, iniciada en la edición anterior de esta columna. Es así como en el libro “El cartel de los Corridos Prohibidos”, de Carlos Valbuena Esteban, publicado en el año 2006, es posible conocer de la mano de los testimonios de quienes hicieron posible la existencia de este género en Colombia. Siguiendo en el capítulo “Memorias de Don Alirio”, llegamos al lanzamiento del disco “Corridos Prohibidos Vol. 1”.

Alirio Castillo relata que luego de resolver aspectos financieros, que significaron una odisea en su momento, ya que el lanzamiento del disco dependía del proceso de prensado del CD. Solucionados los impases con manos amigas, “Corridos Prohibidos Vol. 1” salió al mercado el 15 de marzo de 1997. Y allí inició el primer viaje promocional. Fue directamente a Neiva (Huila) y allí se reunó con Rito Antonio Polo, director entonces de H J Doble K, le mostró el producto y le manifestó su interés de seguir hacia Pitalito (Huila). Rito Antonio le hizo cambiar de ruta. Le dijo que, si quería tener resultados inmediatos, que al día siguiente en la mañana tomara un avión hacia Florencia (Caquetá) y allí empezara por Cristalina Stereo. Alirio siguió su consejo, y a las diez de la mañana del siguiente día, estaba presentando el disco en directo.

A todo esto, le siguió una maratón promocional por todo el país. Convirtiéndose en éxitos inmediatos “Cruz de marihuana”, “La Kenworth plateada” y “El corrido del cocalero”. En cinco meses ya se había cubierto el país hasta en La Guajira, una región clave por el gusto que tiene allí la música de acordeón, instrumento principal en la música norteña, y allí nació el movimiento marimbero guajiro, sumado a que, en esa región, históricamente se ha dedicado al contrabando. Esta maratón promocional llegó a pactar publicidad en televisión colombiana.

El diario colombiano La República, especializado en periodismo económico, catalogó la campaña del disco entre las mejores del año. Esto contrastó con otro suceso relatado por Alirio. En junio de ese año, el diario nacional El Tiempo, “envió al periodista Orlando León Restrepo a cubrir las marchas de los cocaleros que, desde las selvas del Putumayo, se movilizaron hacia Florencia para protestar contra la fumigación de los cultivos de coca y todos los campesinos entonaban a una sola voz la canción “Cruz de marihuana”. Entonces el periodista se refirió a todo el CD de “Corridos Prohibidos Vol. 1”, como “EL HIMNO DE LOS RASPACHINES”, y así tituló El Tiempo su reportaje.”

Entonces, continúa Alirio; “el eslogan de la campaña: “En la radio no lo puedes escuchar” fue definitivo para conseguir el objetivo final, un gran éxito sin necesidad de la radio. Acto seguido, después de esa publicación, se vinieron todos los demás medios y agencias internacionales de noticias queriendo hablar del fenómeno “Corridos Prohibidos”: un producto independiente, sin respaldo de las grandes estaciones de radio, era el Número Uno en ventas.

Este aspecto de la difusión del género, a través de emisoras de provincia, fue clave, pues en la mayoría de ellas, eran las primeras en presentar las canciones y se encontraban con oyentes que les pedían más de lo mismo. Este detalle en particular tiene historias que merecen contarse. Karen Dávila, comunicadora social y control máster de UNIMINUTO RADIO Tolima, quien lleva varios años en el ejercicio de la producción radial, y ha programado contenidos en emisoras del Tolima, como La Veterana, del municipio de Libano, comenta que el género de los Corridos Prohibidos, sobrepasa los límites del gusto en los oyentes.

Karen relata que en ocasiones, luego del anuncio de una tanda de canciones, que iniciaban con el aviso de “¡Cantinazo a esta hora!”, oyentes llamaban desde veredas recónditas en el departamento, o desde otros departamentos, y luego de identificarse como raspachines o cocaleros de alguna parcela o finca cocalera, pedían la programación de canciones, que dedicaban al aire y en directo, y con mensajes efusivos, a los raspachines de otro sembrado vecino. El asunto empezaba a tomar otras formas, como de duelo musical, cuando desde el sembrado en mención, respondían con la programación de otra canción, dedicada al aire y en directo, y con mayor efusividad, a los provocadores, quienes entonces replicaban con otra dedicación. Y así el asunto podía llenar listas de canciones que agotaban jornadas enteras.

El gusto por un género musical, en este caso, los Corridos Prohibidos, abre universos, entendido como una forma de construcción de identidad del territorio y desde el mismo territorio donde habita el género. La mirada que se plantea desde estas reflexiones aborda la idea de que no es tanto lo que hace la música en la gente, sino lo que la gente hace con la música y lo que hace por satisfacer el gusto que le produce la música. Allí radican otras formas de apropiación del territorio, que, como en este caso, han construido un imaginario y un discurso desde el retrato de mundo posible, que presentan las letras de los Corridos Prohibidos.

Periodista del ámbito político administrativo y regional, con experiencia en diferentes medios de comunicación, director de Enfoque TeVe.