Opinión
Tacaños extremos
Por: Carlos Andrés Jurado
Nada nuevo tienen para decir los voceros de Fenalco, Fedesarrollo, el Centro Democrático ni el Gobierno, en torno al desempleo y la oferta laboral. Cada vez que salen en los medios, sus diplomas de posgrados en el exterior y su amplia experiencia en el sector se reducen ante las cámaras a la precariedad de tres “ideotas”: pagar por horas, flexibilizar la contratación laboral (quitar derechos) y tener un salario mínimo diferenciado (es decir, menor al actual, en algunas regiones, como ya lo confesó el investigador de Fedesarrollo, Jairo Núñez, en el programa Signo Pesos).
Si el crecimiento económico fuese una sopa, sus propuestas se traducirían en echarle más agua, pero, eso sí, sin rebajar la porción de carne del espeso caldo en el plato de ellos. La vocación de quienes piensan así no pareciera ser hacer empresa, sino repartir la precariedad. Como diría el empresario barranquillero Christian Daes, “mandan huevo”.
Pagar menos no aumenta el empleo; solo las ganancias de empleadores usureros. Lo irónico es que en esa vía también pierden ellos: para los desempleados colombianos ya es bastante difícil encontrar un solo trabajo, como para que ahora, además, les quede faltando varios más; para un empresario tampoco es conveniente llenar sus oficinas o fábricas con personas por raticos, angustiadas pensando en cómo harán para conseguir esos otros trabajos y llegar a fin de mes. Así no hay compromiso, no hay excelencia, no hay calidad; quizá negocio, pero no empresa. ¿Qué resultados puede ofrecer una trabajadora si su familia está mal? ¿Qué clase de empresario es quien disfruta comodidades con su familia, sabiendo que quienes llevan su logo en la camiseta, apenas sobreviven? ¿Qué ventas van a tener si sus posibles clientes carecen de capacidad de consumo porque también están precarizados laboralmente? ¿Querrán imitar a economías como la de Hong Kong donde, en medio de una aparente opulencia, hay ciudadanos durmiendo en la calle o restaurantes, pese a que trabajan tiempo completo, porque su salario no les alcanza para pagar una vivienda?
Dice Núñez de Fedesarrollo que el código laboral colombiano está desactualizado y por eso hay que flexibilizar la contratación laboral. El desactualizado es él y quienes piensan igual. Países como Alemania no le temen a la estabilidad laboral; por el contrario, han fortalecido sus relaciones con los trabajadores, quienes participan en las instancias directivas; ayudan a la empresa a crecer, a la vez que ellos también mejoran su calidad de vida.
El líder de Fenalco, Jaime Cabal Sanclemente, inclemente, cita a países avanzados como ejemplo de que pagar por horas disminuye el desempleo. Olvida que no es solo eso. En lugares como Canadá o los países nórdicos, con la mejor calidad de vida, el pago por horas funciona porque la oferta laboral es lo suficientemente amplia para que alguien consiga varios empleos. Adicionalmente, en estos lugares existen subsidios de desempleo (hasta por dos años en Dinamarca), un robusto sistema público de salud y educación (algo que no tiene Estados Unidos), de tal manera que la ciudadanía puede concentrarse en aumentar su potencial, no en completar horas para pagarle al Icetex.
En consecuencia, en los países citados por Cabal, el pago por horas es lo suficientemente alto como para que a un danés le baste trabajar 36 horas a la semana o menos. En Colombia ni con 48 horas se vive bien, ahora imagínese con menos; sumado a la corrupción que impide la inversión social, favorecida por un Gobierno y congreso centrados en seguir exportando materias primas sin valor agregado y en regalarle los recursos naturales e impuestos a los extranjeros.
Entonces, ¿cómo aumentar la competitividad del país, para que todos ganemos más?: a esto deberían responder las propuestas de los ilustres líderes gremiales y académicos, expertos en empresa y economía. Algo que no pasará mientras sigan apoyando a los políticos corruptos que van en contra de la industria nacional; ni mientras usen su experticia para salir en los medios exhibiendo ideas esclavistas, como si cada entrevista que les hacen fuese un episodio más de Tacaños extremos.