miércoles, 23 de julio de 2025 17:14

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Opinión

El coraje de la verdad: Ibagué no puede olvidar ni callar

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Por: Marco Emilio Hincapié

El curso El coraje de la verdad, dictado en el Collège de France en 1984, refleja la última gran obra de Michel Foucault, uno de los filósofos del siglo XX más influyentes de la humanidad, quien fallecería dos meses después. Este curso reflexiona sobre el “decir veraz” en la política. En ese sentido, para decir la verdad hay que tener coraje, pero para escucharla también. Decir la verdad, sobre todo frente al poder, pone en riesgo la vida, la reputación o la posición. Porque la verdad nacida de la experiencia y la investigación incomoda tanto al que la transmite como al que la recibe.

Y esa verdad es la que nos exige recordar uno de los momentos más oscuros del deporte y la administración pública en nuestra ciudad.

En 2015, los fallidos escenarios deportivos de la administración de Luis H. Rodríguez destaparon no solo una monumental corrupción, sino una estructura criminal disfrazada de gobierno. Su lema de “Seguridad Humana” se convirtió en una burla dolorosa para miles de ibaguereños. Ibagué fue saqueada por delincuentes de cuello blanco que después lavaron sus crímenes en las condenas de unos pocos.

Tardamos casi diez años en devolverles a los deportistas lo que les pertenecía. Y en ese tiempo, perdimos una generación de niñas y niños que soñaban con representar al Tolima. En lugar de pistas, tuvieron ruinas. En lugar de apoyo, olvido.

En aquel momento, quienes se atrevieron a decir la verdad fueron perseguidos, estigmatizados, caricaturizados. Se intentó convencer a la ciudadanía de que eran los malos del cuento. Pero el tiempo, la justicia y la historia les dieron la razón. Y el pueblo premió su coraje en las urnas.

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El doctor Guillermo Alfonso Jaramillo, quien enfrentó a esa red mafiosa con determinación y transparencia, fue elegido alcalde por los ibaguereños. Su gestión —con errores y aciertos— fue también una señal de que sí es posible gobernar con principios. Yo estuve allí, caminando junto a él, junto a su fiel mascota Pink, y junto a cientos de ciudadanos libres que nos enamoramos de ese sueño de “Por Ibagué, con todo el corazón”.

Hoy, cuando vuelven los rumores de contratos oscuros, concesiones a dedo y decisiones que huelen a intereses privados, la historia vuelve a tocar nuestra puerta. No podemos callar. No podemos retroceder.

Recordamos entonces las palabras que nos siguen guiando como un principio ético y político inquebrantable:

«Los recursos públicos son sagrados, y la plata de los pobres no se toca».