Opinión

¿Una segunda violencia política?

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Por: Germán Sánchez

Con su frase de “No se puede ser más provocativamente ignorante” el intelectual Fernando Savater dio en el blanco frente a lo que muchos colombianos pensamos en estos momentos sobre la situación política nacional, que puede conducirnos a más ríos de sangre gestados desde la hilaridad política fomentada por la oposición y el propio presidente Petro.

Savater señala que nuestro presidente pareciera un “averiado rebelde institucional”, al compararlo con el estudiante Liam Morrison, expulsado de un colegio de Massachussets por portar una camiseta que decía “solo hay dos géneros”, a quien sí llamó un verdadero rebelde 2.0.

Y es que lo que se le critica al presidente Petro es que no se haya quitado la camiseta de líder de la oposición, de candidato presidencial, de activista político para asumir ya la de líder de todos los colombianos; incluso los que no votaron por él, los opositores a su gestión, los que no participaron en su elección. No puede el presidente convertirse en permanente botafuegos en sus redes, alocuciones públicas o salidas al balcón de Palacio, para hacer el juego irracional – al menos que sea su intención política electoral oculta- de exacerbar los ánimos, crear más confrontaciones, irritar y estirar la irracionalidad en los extremos hasta llevar al país a una sin salida, donde se piense que lo único válido es continuar el baño de sangre del que no hemos salido aún.

Se coloca en su condición de mandatario al mismo subnivel del juego mediático que proponen con narrativas exageradas, mentirosas, fácilmente vendibles y repetibles de personajillos como La Cabal, La Paloma, miembros de los partidos de oposición, líderes de opinión y algunos medios de comunicación.

Es el error clásico del egocentrismo creer que un incendio se apaga con gasolina –claro que con lo cara que está sería doblemente torpe- o que se debe hacer un llamado a las huestes a defender exclusivamente mi forma de ver el mundo, las soluciones a los problemas o dificultades, a los cambios que yo propongo, sin medir un tris que en una sociedad de necesitados, acomodados o interesados cualquier se puede volver un fanático que incite más violencia de todo tipo para sacar prebendas.

Ese es el error del presidente en este momento, porque sus tweets, mensajes en redes, salidas en medios institucionales y comerciales, deberían ser para dar parte de Estado, de gobierno líder, de tranquilidad, a explicar la esencia y en detalle los cambios propuestos a través de las reformas y no para concentrarse en narrativas y teorías conspirativas para tratar de contrarrestar los bulos o fake news que la oposición y la extrema derecha envían a la sociedad. Lo que hace es perder un tiempo valioso y precioso y de paso generar un ambienta más enrarecido y hostil.

Claro, él tiene derecho a defenderse de mentiras o ataques a su gestión, pero para eso tiene toda la atención y los medios institucionales sin necesidad de tanta altisonancia, cual si fuera pregonero en plaza pública o mercader de pueblo con cachivaches.

Olvidan tanto el presidente, él por ser la persona más importante del país, como algunos opositores en carrera de mercahifles, que fue precisamente con ese jueguito malévolo de convocar “al pueblo” a la calle a toda hora, que desde balcones, plazas, atrios y medios se comenzó la llamada Violencia Política en Colombia en el siglo pasado, que dejó miles de muertos y sus secuelas las vivimos aún. En ese entonces fue entre liberales contra conservadores, hoy la consigna parece ser entre petristas y antipetristas, supuestos defensores de lo institucional y la democracia, contra comunistas y tiranos.

Pero lo cierto es que una vez ese juego se les “desmadre” y la insensatez impere, los muertos, la sangre, la destrucción económica y desempleo no los podrán Petro y sus áulicos ni La Cabal, Vargas, Uribe y los suyos. Ellos se largarán con sus hijos y su plata apenas la conflagración estalle. Los muertos serán de los pobres y gente de a pie. Ellos reían y comerán en otra parte. ¡Basta ya!

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