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Ibagué

Profesor de Unibagué gana importante premio nacional de poesía

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Este docente ha cosechado premios importantes en los ámbitos nacional e internacional desde 2018.

El profesor Daniel Mauricio Montoya, adscrito a la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la Universidad de Ibagué, ganó el Premio Nacional de Poesía María Mercedes Carranza, con su poemario Diario de un niño de ceniza.

Sobre el libro, en el que se desarrolla asuntos geopolíticos con una estética limpia y reflexiva, así como memorias de vida del autor en los llanos colombovenezolanos, el jurado del certamen señaló que “el lenguaje poético es auténtico y se consolida bien, no tiene artificios innecesarios ni tampoco carece de potencia, y brilla por la conjunción entre las formas coloquiales, un ritmo constante y emocionante y construcciones poéticas contundentes”.

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En efecto, los poemas carecen de florituras innecesarias y reflejan, con mucha belleza, una infancia expuesta a escenarios de violencia en un hábitat particularmente verde, que permite al autor asociar la relación de un entorno infante con otras dinámicas de otros tiempos bajo la potencia de su pluma poética.

El profesor Daniel Montoya hace parte de Unibagué desde hace ya una década, tiempo en el que ha compartido con sus estudiantes el poder de la escritura y su gusto por la literatura en general.

Otros logros

En 2018, el profesor Montoya ganó el Concurso de Poesía y Prosa Narrativa Granajoven, en España, con su poemario El libro de los errores. En 2020, fue el ganador del Premio de Poesía Juan Lozano y Lozano en Ibagué, con su libro Cuando me abandono, y en 2021, con el compendio Los apuntes de Humboldt, conquistó el Premio Iberoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez, uno de los galardones más icónicos para la poesía en lengua castellana.

Este es uno de los poemas de Diario de un niño de ceniza:

FLOTADOR

Cuando llovía disminuían los caminantes desconocidos en el barrio
yo me sentaba en el corredor a mirar caer el agua gris
a escuchar el sonido de las gotas contra los árboles, el viento y la luz
a mirar cómo corrían los espesos chorros por las canales que abuela
había abierto en el patio con una pala
A veces la corriente arrastraba una hormiga que pataleaba en vano
Sin recordar que una de ellas había intentado
levantarme y arrastrarme hasta su hormigón
yo la sacaba con un palo y la ponía en una matera
Vivía feliz creyendo que había nacido solo para sacar
las hormigas del agua.

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