Opinión

Parafraseando a Ricardo Arjona

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Por: Juan Manuel Díaz Borja

Hablar de semana santa es curioso. Pese a que el compendio de la frase lleva la palabra “santa”, la misma pasa desapercibida e incluso es asociada con otros apelativos de poco respeto como “parranda santa”.

Si bien un país como el nuestro que en su mayoría es católico tiene agendas de carácter religioso como los populares viacrucis, el colombiano promedio se agenda para aprovechar los días de receso laboral o académico, y poder viajar, pasear, rumbear, entre otros asuntos que nada tienen que ver con lo espiritual.

Y es normal que eso pase, especialmente cuando la sociedad colombiana ha normalizado la también llamada semana mayor, como unas mini-vacaciones antes de las vacaciones de mitad de año. También porque se ha vendido la idea que la semana santa es un suceso que conmemora algo que ocurrió hace miles de años, o que a lo mejor no se sabe si ocurrió o no, y que se ha adornado de mitos absurdos como aquel de convertirse en pescado si se mete a un rio por aquellos días, o aquella leyenda urbana que han repetido hasta el cansancio y que tiene que ver con un desenlace fantasmagórico si se tiene relaciones sexuales durante el viernes santo. Pues evidentemente nada de eso es cierto, ni tiene que ver con el verdadero sentir de la semana santa.

La semana santa no se trata de no comer carne, ni de ayunar y fingir ser buena persona únicamente por unos días. Se trata de una conmemoración que, a la luz del cristianismo, evoca la prueba de amor más grande que Jesús hizo por la humanidad, y que debe convertirse en un testimonio para quienes todavía no han tenido la oportunidad de conocer esos caminos.

Si se trata de ajustar la realidad de la semana santa a nuestros días, podríamos decir que el mensaje es claro: perdonar a quien nos traiciona como Judas, revindicar a quien nos niega como Pedro, y entregar la vida por nuestros amigos como lo hizo Jesús, aun con la mirada inquisidora de Poncio Pilatos.

Desafortunadamente en la vida estamos llenos de Judas que son capaces de sentarse a la mesa con nosotros luego de habernos hecho mal, de haber hablado a nuestras espaldas, y de haber hecho lo que sea por destruirnos. El reto está en superarlo con madurez, y tratar de imitar la nobleza y la humildad del revolucionario más grande que ha tenido la humanidad en su historia. Llevar a cabo la política del amor, pero no la de Pero, sino la de Jesús. Vivir la semana santa mucho más en relación con Dios que en religión, y no solo en una semana, sino siempre. Jesús es verbo y no sustantivo dijo Arjona.

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