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Opinión

El petróleo, el uribismo y otros fósiles

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Mientras en Colombia desestiman la propuesta de Gustavo Petro de cesar la exploración de petróleo y Carbón, líderes de casi 90 países, incluido Estados Unidos, y entidades financieras como el Banco Europeo de Inversiones y el Banco Mundial,  le dan la razón: en los próximos años dejarán de invertir en ello. 

Así lo ratificaron en la COP 26 o cumbre mundial por el cambio climático, estos días de noviembre de 2021, ante una amenaza ineludible: de no hacerlo, la temperatura global irá al alza, a un punto de no retorno para la supervivencia.

Entretanto, el Gobierno colombiano, el Centro Democrático y sus aliados continúan defendiendo, entre ambigüedades, la explotación de energías fósiles, dispuestos a extraer hasta el último dólar que les sea posible del sector, sin importar el costo ya no solo ambiental sino económico que tendrá esta insistencia, en el corto plazo, para todo el país, además del que ya tiene: un enorme desempleo, salarios paupérrimos, por una débil industria nacional.

Y es que, a partir de 2030, en apenas nueve años, el Estado del Sagrado Corazón de Jesús vería cerrado poco a poco el grifo de ingresos que recibe por cuenta de estos minerales, los cuáles constituyen un 45%, casi la mitad,  del total de las exportaciones legales actuales.  ¿Les suena a Venezuela?

De seguir con la política macroeconómica actual, impulsada por los sectores que han gobernado desde César Gaviria, Colombia no tendrá cómo reponer esos recursos, en medio de una producción nacional raquítica, que nos ha llevado de ser potencia textil en los años dorados de Coltejer,  a  maquilar en China en los tiempos marrones de Mario Hernández o Arturo Calle; o, peor aún, una política macroeconómica que llena las despensas de alimentos importados, mientras a los campesinos  colombianos se les pudren las cosechas al no poder venderlas o negarse a regalarlas, que es lo mismo.

Cabe aclarar que la propuesta de Petro se refiere al cese de la exploración, más no de la explotación. Una similitud de palabras que ha servido a los partidarios de Gobierno para tergiversar. La iniciativa de Petro  no consiste en una interrupción abrupta,  sino en una transición hacia energías limpias y nuevas fuentes de ingresos que reemplacen el humo de una locomotora que, queramos o no, se irá.

Del otro lado, viendo el vaso medio lleno, está el 55% restante de exportaciones colombianas legales, provenientes de sectores no mineros. Es allí donde el Estado, en cabeza de los próximos Congreso y Gobierno, debería enfocar sus energías.

Uno de los sectores a los que apuesta la propuesta de Petro para ese reemplazo económico es el turismo, históricamente limitado por el conflicto armado interno.  Una vez firmado el acuerdo con las FARC se abrió paso a muchos paisajes antes ocupados por campamentos guerrilleros; de lo cual se desprende la necesidad de una efectiva implementación del acuerdo,  algo esencial no solo para el turismo, sino para la protección y desarrollo de, precisamente, el medio ambiente, e incluso  la vida humana misma si pensamos más allá.

Claro está que con turistas no se saneará la herida económica cada vez más grande del país. Por eso la importancia de un Gobierno y Congreso que proteja la industria nacional; que incentive el valor agregado a la misma a través del conocimiento; que le cierre el grifo también a la corrupción.

Mientras tanto, los sectores tradicionales se siguen burlando de estas proyecciones planteadas por Petro. Temerosos o incrédulos, señalan como ambiciosos e imposibles tales cambios.  Después de las bombas atómicas en  Japón o de la guerra en Corea habría sido absurdo imaginar que ambos países, con recursos naturales mucho menores que los nuestros,  se transformaran en potencias mundiales en apenas pocas décadas.

Como lo demuestran las declaraciones de la ONU, todo esto no es solo un deseo de cambio. El mundo avanza ya en otra dirección. Una oportunidad para terminar la codependencia que nos une al petróleo, el  carbón, la contaminación, el uribismo, la violencia y otros fósiles,  antes de que sean estos los que nos terminen primero.

Diccionario de colombianadas

Miserable: según la RAE, extremadamente tacaño; extremadamente pobre (aunque tenga plata). Ejemplo: el presidente de la Asociación de Instituciones Financieras (ANIF) Mauricio Santamaría dijo a W Radio que “es un momento para no ser exagerados en el aumento en el salario mínimo, que ha sido muy alto en los últimos años”.

Periodista del ámbito político administrativo y regional, con experiencia en diferentes medios de comunicación, director de Enfoque TeVe.

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