sábado, 27 de septiembre de 2025 18:42

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Opinión

Democracia, Reformas y Resistencia: Por una Defensa Progresista de la Constitución en el Tolima

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Por: Antonio Castro

Más allá del relato simplista

La narrativa construida por sectores conservadores en el Tolima, tras el hundimiento de la propuesta sobre el precio de la gasolina, pretende reducir el complejo tejido de la democracia a una fábula maniquea: la “centro-derecha garante del orden constitucional” versus un “gobierno que lo amenaza”. Este relato, aunque efectista, es profundamente falaz. La democracia colombiana no es un patrimonio de ningún sector político; es un proyecto plural y vivo, cuya esencia no se agota en la defensa de un statu quo, sino en la realización efectiva de los derechos sociales y el respeto a la voluntad popular que demandó un cambio.

La Constitución del 91: Un pacto por la justicia social, no solo por el orden

Reducir la Carta Magna a un simple marco de reglas de juego es ignorar su alma transformadora. La Constitución de 1991 es, ante todo, una hoja de ruta para construir una sociedad más justa e igualitaria.

• Derechos, no solo procedimientos: Establece mandatos explícitos en salud, educación, trabajo digno y justicia tributaria. Las reformas que buscan materializar estos derechos—como las iniciativas en salud y fiscal—no son una negación de la Constitución; son su expresión más fiel.

• Progresividad, no regresividad: La Corte Constitucional ha sido clara: el sistema tributario debe ser equitativo y progresivo. Oponerse de plano a cualquier reforma redistributiva es, en esencia, oponerse a este principio fundamental.

• Gobernabilidad, no obstrucción: La oposición es vital, pero su ejercicio legítimo no puede degenerar en un bloqueo sistemático que paralice la institucionalidad y frustre el mandato de las urnas. La democracia exige deliberación, pero también decisión.

El contexto real: Negociación, no solo polarización

Los hechos desmienten el relato de un gobierno acorralado y una oposición inflexible. La realidad es más matizada y democrática:

• El Ejecutivo demostró flexibilidad al aceptar recortes sustanciales en su reforma tributaria y retirar puntos conflictivos.

• La reforma a la salud avanza en el Congreso con ponencias de distintos sectores, evidenciando una deliberación política real, no un muro de rechazo.

• Incluso en el Tolima, lejos de la unanimidad que pregona la centro-derecha, amplios sectores ciudadanos y movimientos sociales respaldan las transformaciones y exigen soluciones de fondo a problemas históricos de inequidad.

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La ilusión de la “victoria moral”: Crítica a un relato vacío

El discurso triunfalista de la centro-derecha se sustenta en premisas que es necesario cuestionar:

• La democracia es dinámica: Defender la Constitución no es momificarla. Su grandeza reside en su capacidad para evolucionar y materializar sus promesas.

• El orden sin justicia es un cascarón vacío: Un “orden” que consagra la desigualdad y la exclusión no es digno de defensa. La verdadera estabilidad se construye con equidad.

• La oposición exige propuestas: La función parlamentaria no se reduce a decir “no”. La oposición tiene la responsabilidad de enriquecer el debate con alternativas viables, no sólo de bloquear.

El Tolima: Un territorio plural, no un feudo

El Tolima no es un monolito conservador. Aunque una bancada haya capitalizado una victoria legislativa circunstancial, en la región late un pulso diverso. Líderes sociales, electores urbanos y rurales, y comunidades históricamente marginadas apuestan por la agenda progresista. La narrativa de que la centro-derecha “sabe cómo ganarle a Petro” es miope: el verdadero desafío no es derrotar a un presidente, sino derrotar la pobreza, la inequidad y el abandono histórico con soluciones estructurales.

Reclamar el sentido social de la democracia

La fortaleza de nuestra democracia no se mide por los proyectos que se hunden en el Congreso, sino por los que se construyen para garantizar una vida digna para todos. Es hora de que el progresismo reclame con firmeza su papel como auténtico defensor de la Constitución social de 1991, y que la oposición entienda que su responsabilidad histórica es construir, no sólo obstruir.

Colombia necesita menos crónicas de vencedores y vencidos, y más construcción de futuro. El Tolima, y todas las regiones, merecen más que aplaudir derrotas ajenas; deben exigir que sus líderes—sin importar su color político—trabajen para garantizar igualdad, dignidad y oportunidades reales. Ese es el mandato constitucional que de verdad importa.