Opinión
Delcy Isaza: La mujer campesina que dignificó el campo en el Congreso
Por: Dahian García Covaleda
Delcy Isaza no llegó a la vida pública por casualidad, llegó porque el campo la formó para comprender lo que muchos solo analizan desde lejos, la voz firme pero serena de una mujer campesina que aprendió a transformar dificultades en servicio.
Su historia no parte de escritorios en la capital, sino de los caminos de Ríoblanco, donde la tierra forma carácter y la comunidad moldea el propósito.
Creció observando cómo las mujeres rurales trabajan tres veces más de lo que se reconoce y reciben la mitad del crédito que merecen. Quizás por eso, cuando tuvo la oportunidad de formarse como administradora agropecuaria y luego especializarse en gestión educativa, entendió que el conocimiento debía regresar a donde nació, al campo, a las familias que viven entre montañas, a esas voces que rara vez llegan al centro del poder.
Su paso por la docencia, por la Secretaría de Desarrollo Social y por la Secretaría de la Mujer del Tolima la convirtió en testigo directa de lo que significa gestionar desde la proximidad, escuchar, acompañar, resolver.
No desde la retórica, sino desde lo humano. Cada historia de una mujer violentada, cada joven sin oportunidades, cada campesino sin acceso a herramientas productivas, se convirtió en un compromiso personal.
Cuando llegó a la Cámara de Representantes, muchos se sorprendieron por la contundencia con que una mujer de origen campesino logró abrirse paso en escenarios donde históricamente predominaba otra clase de liderazgo. Otros no se sorprendieron, era cuestión de tiempo antes de que la terquedad tolimense y la disciplina del campo conquistaran nuevos espacios. En el Congreso, su agenda habló por ella. Participó en comisiones dedicadas a la equidad de la mujer, al desarrollo rural, a las víctimas y al posconflicto.
Impulsó debates sobre acceso a recursos para el Tolima, defendió la inversión social y mantuvo un enfoque consistente en el bienestar de las comunidades rurales. No se trata de discursos: se trata de hechos que quedaron registrados en actas, en proyectos, en debates públicos y en las gestiones de recursos para el departamento. Pero más allá de lo técnico, Delcy encarna algo que escasea en la vida pública, la coherencia. La misma mujer que abrió trocha para llegar a la escuela rural es la que hoy abre caminos para que más mujeres campesinas lideren, decidan y sueñen en grande. Su presencia inspira porque demuestra que el origen no define el destino, pero sí puede definir la forma ética de llegar.
Este país, y en especial el Tolima, necesitan referentes que dignifiquen lo rural, que entiendan la realidad del agricultor, que defiendan los derechos de las mujeres con conocimiento y experiencia propia.
Mujeres como ella recuerdan que la política puede ser un puente y no un muro; un servicio y no un privilegio.
La fuerza de Delcy Isaza no proviene del poder, sino de la comunidad que representa. Y eso (en tiempos donde muchos olvidan para quién trabajan) es un acto profundamente inspirador.