Opinión
Fútbol, simplemente fútbol
Por: Andrés García, abogado tolimense
A poco más de cuarenta y ocho horas de disputarse el partido de vuelta de la final entre Deportes Tolima y Junior, y luego de haber asimilado el juego de ida en Barranquilla —principalmente tras aceptar la “pesadilla” que fue el primer tiempo, como bien lo indicó el profesor Lucas González en la conferencia de prensa postpartido, y la imposibilidad de reducir el marcador en la segunda mitad— me tomo el atrevimiento de compartir algunas apreciaciones sobre lo ocurrido y de extraer una conclusión que considero necesario hacer pública. Esto, sobre todo, en un mundo globalizado, público y egocéntrico, en el que las redes sociales marcan la pauta —un mundo del cual me niego a participar casi en su totalidad—, donde observo cómo, a partir de un resultado, es decir, de una sola medida o métrica, se evalúa y califica con la inmediatez del momento no solo un partido, sino la gestión profesional y personal de un grupo de personas que corretean y trabajan jugando al fútbol.
Junior tuvo una virtud indiscutible: fue altamente efectivo. De cinco opciones claras, convirtió tres. A ello hay que sumarle que contó con un enamorado inspirado por su talento y su magia, que lo llevó a marcar dos goles de gran factura. No se puede restar mérito al nivel futbolístico del resto de los integrantes del equipo juniorista, pues fueron precisos en los pases gol, sólidos en su funcionamiento y, en el caso del arquero Silveira, determinantes, como lo evidenció la destacada atajada al cabezazo de Parra a mediados del primer tiempo. En la segunda parte, el equipo mostró orden y supo administrar no solo la ventaja, sino también la desafortunada expulsión de Sebastián Guzmán. No hay duda: fueron justos ganadores, principalmente por sus virtudes, por saber explotar sus individualidades y su manera de entender el fútbol.
En la otra orilla, contrario a lo que muchos consideran, a mí en lo personal no me pareció que el Deportes Tolima hubiese jugado mal, o tan mal como lo han hecho ver exfutbolistas, periodistas locales, hinchas y demás conocedores —o no— de la materia.
Que el equipo tuvo lunares y puntos negativos desde el punto de vista futbolístico, no me cabe duda. Pero llegar a juzgar de manera tajante que el partido del conjunto vinotinto y oro fue horrible, que a los jugadores les faltó actitud, que no tuvieron jerarquía o que el ambiente del estadio se los “comió”, me parece poco objetivo, además de tratarse de apreciaciones ligeras que rozan el irrespeto. La arbitrariedad con la que se juzga a los futbolistas por un resultado es lamentable, sobre todo cuando proviene de los propios hinchas y de periodistas locales.
Supongamos que Silveira no ataja el cabezazo de Parra, que Nieto no se ataruga en la opción clara que tuvo en el primer tiempo, o que “Tatay” Torres, al cierre del partido, convierte ese remate de zurda. ¿Diríamos entonces que el equipo supo reponerse, que mostró mística y jerarquía porque remontó el marcador? ¿Y en ese escenario Junior no habría tenido virtudes? ¿O acaso habrían sido mayores las del equipo de Ibagué? Analizar el cotejo únicamente desde la óptica del resultado tiene, por lo menos, dos problemas que muchos críticos del partido de ida parecen no querer ver.
El primero, y quizá el más apremiante, es que el resultado está precedido por una virtud del equipo rival. Junior fue efectivo y jugó bien a su manera. Un equipo no siempre pierde porque haya jugado mal. Bajo esa lógica simplista, si se pierde es porque se jugó mal y si se gana es porque se jugó bien; en esa ecuación, el rival se convierte en un silencio estruendoso, casi como si no jugara.
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El segundo gran problema es que el resultado se produce dentro de un partido que dura más de 90 minutos. No se limita únicamente a las tres jugadas de los goles, mientras que el resto del tiempo se invisibiliza. No se evalúan entonces la posesión del balón, las opciones de gol de ambos equipos, los momentos previos a las anotaciones, los cambios realizados, el estado anímico, entre muchas otras aristas.
Por eso, tal vez, en otras circunstancias habría estado de acuerdo con todos los críticos, pero en esta ocasión considero que ni Junior fue tan superior como se ha concluido, ni Tolima fue el peor equipo del mundo. Mucho menos se les puede reprochar actitud o aptitud, ni al cuerpo técnico ni, sobre todo, a los jugadores.

El fútbol es “la dinámica de lo impensado”, como lo definiera el periodista argentino Dante Panzeri. Precisamente por eso, el ingrediente más hermoso de esta pasión es la incertidumbre. De ahí que corresponda valorar al Deportes Tolima como un todo y tener la fe de que la serie se puede empatar y la final se puede ganar. Porque en esto sí soy claro y contundente: campeones o no, mi conclusión es que contamos con un muy buen entrenador de fútbol, que ya no es tan “loco” como lo fue en otros equipos; con un grupo de jugadores que, como cualquier trabajador en su lugar de labores, va a darlo todo por ganar; y que el miércoles, con tusa o con guayabo, seguiré siendo hincha del Deportes Tolima. Porque entiendo que este juego, que es mi pasión, es fútbol, simplemente fútbol.
Esquirla: Sebastián “Mariachi” Gómez, usted no tiene que pedir disculpas públicas a nadie. Solo debe excusas a sus compañeros, al cuerpo técnico y a quien lo contrató. El hecho de que el fútbol sea un negocio de gran resonancia social no deja de ser una actividad privada y un trabajo como cualquier otro. ¿O acaso los abogados, médicos, periodistas, contadores, personal de servicios generales, entre otros, cada vez que se equivocan en su lugar de trabajo deben pedir disculpas públicas?
ANDRÉS LEONARDO GARCIA PRADA
Columnista