Opinión
Vicky Dávila Un OUTSIDER de la política ¿es lo que la juventud necesita?
Por: Dahian García
Dávila ha dicho que no quiere ser «una política profesional», y que no necesita hacer parte del sistema para denunciarlo. Ha intentado posicionarse como una figura libre de ataduras ideológicas y burocráticas, con una voz firme contra la corrupción, el populismo y la inseguridad. Hasta ahí, su apuesta parece clara, convocar al electorado inconforme. Sin embargo, cuando el lente se dirige hacia la juventud —ese grupo al que muchos apelan, pero pocos entienden— su mensaje se diluye.
En uno de los temas más sensibles, Dávila ha sido enfática: “No les pagaría a los jóvenes por no matar. Les daría la oportunidad de estudiar y trabajar.” La frase, aunque contundente, deja entrever una visión limitada de las realidades juveniles. La criminalidad entre jóvenes no se combate solo con oportunidades abstractas, sino con políticas integrales: condonación de deudas educativas, acceso real al empleo digno, fortalecimiento de la educación pública, salud mental, vivienda, conectividad. ¿Dónde están esas propuestas?
Su plataforma económica, centrada en un modelo tributario de “10-10-10” (IVA, renta personal y empresarial al 10 %), promete eficiencia y simplicidad, pero carece de un enfoque diferencial que contemple a los jóvenes como actores económicos emergentes. ¿Qué incentivos hay para el emprendimiento juvenil? ¿Qué mecanismos de inclusión propone para quienes vienen de contextos rurales, étnicos o excluidos? Hasta ahora, esas respuestas no han sido claras. En palabras simples es una propuesta que afecta a los mas pobres y en su mayoría son los jóvenes colombianos.
Dicho esto, hay que reconocerle un mérito innegable: Dávila ha entendido —y capitalizado— el lenguaje digital. En TikTok, su presencia supera incluso a políticos de carrera. Es viral, polémica, mediática. Pero la viralidad no es garantía de conexión auténtica con las juventudes. Ser tendencia no equivale a tener un proyecto político juvenil. Además que es coherente ya que la vimos durante años en la hora del almuerzo en el noticiero, es un rostro muy familiar.
Colombia está viviendo un momento en el que la juventud dejó de ser un apéndice decorativo del discurso político. Hoy exige ser protagonista de las decisiones que la afectan. Dávila, con su recorrido mediático y su capacidad para agitar el debate, podría tener un papel interesante en esa conversación. Pero para representar a los jóvenes, no basta con nombrarlos, hay que escuchar sus demandas, traducirlas en políticas, y asumir los costos de proponerlas con seriedad.
Por ahora, Vicky Dávila representa una opción que despierta interés, pero no confianza generacional. Está por verse si podrá pasar del impacto mediático al contenido sustantivo, y si su visión de país incluye realmente a quienes hoy construyen el futuro desde la precariedad.