Opinión

Estar en condición de discapacidad en Colombia: Una verdadera pesadilla

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Por: Diana María Castillo Trujillo

A veces pienso que esta emergencia mundial, todo lo referente a esta pandemia y lo que ha venido detrás, no nos ha humanizado en nada y seguimos siendo igual; veo muchos humanos, pero muy poca humanidad.

Hace casi dos años, mi mamá quedó discapacitada porque su reemplazo de cadera izquierda de 19 años, le empezó a fallar por desgaste de material y se le desplazó. El dolor de ella ha sido terrible al caminar y para colmo de males, se le afectó su columna. Ella siempre ha sido una mujer muy activa, con mucha energía y capacidad de servicio, pero a raíz de esta difícil situación, se vio afectada severamente su salud y no ha podido operarse por la situación actual. Ella y yo somos almas gemelas: siempre estamos como dicen en Colombia “para arriba y para abajo”, y he sido testigo de algunas actitudes muy poco empáticas hacia las personas en condición de discapacidad.

En primer lugar, llegar a un banco en Ibagué es muy difícil en silla de ruedas: las puertas de vidrio son demasiado angostas y es casi imposible que estas personas puedan ingresar; en segundo lugar, algunos bancos no tienen filas preferenciales para adultos mayores, mujeres embarazadas y discapacitados -no hablo de todos, pero en algunos sí-. Nos pasó en el Banco Colpatria del centro, dónde mi mamá solicitó que la dejaran pagar, pero aseguraron que no había privilegios y sucedió igual en AVVILLAS del parque Murillo unos meses atrás.

Veo con tristeza que las personas de la tercera edad, con discapacidad o embarazadas, poco o nada le importan a la gente. He visto muchos casos en esta pandemia debido a que yo hago las filas de mi mamá, como ellos están bajo el sol y el agua por varias horas. Siento que no hay amor y empatía por estas personas y varios de ellos en las filas, me han manifestado que por ser adultos o con una enfermedad, la gente los margina. A veces siento que seguimos igual, que el COVID-19 a algunos (no a todos), no los hizo reflexionar, no les cambio ese corazón duro y cada vez veo gente más uraña, más afanada y menos empática en la calle. Considero que debemos serlo con todo el mundo: con adultos mayores, animalitos abandonados y habitantes de la calle. Veo en los grupos animalistas como denuncian los abandonos a los animalitos, o algunos a los callejeritos los maltratan o sacan corriendo de sus negocios con agua porque piden un poco de alimento.

Sin duda, el día a día, la situación compleja del país y las actuales circunstancias, nos han pasado cuenta de cobro, y la parte emocional de algunos la descargan con el primero que encuentran en el camino para lastimar o insultar. Esta semana nos pasó en el Banco Agrario: mi mamá con días de anticipación solicita a los asesores turno para ir por su pensión y yo soy su acompañante, pero a las personas no le importó que ella no puede casi caminar y querían que hiciera una fila enorme; incluso una señora con una niña en brazos cuando a ella perfectamente la habrían dejado ingresar de primeras sin problemas y otra muy enojada con mi mamá (cuando llevábamos horas esperando para ingresar), le sugirió que “no se colara” porque la gente “pegaría el grito”. Una señora con sus piernas buenas, atacando a un adulto mayor con una discapacidad. ¡Qué horror!

De corazón, lo invito a que reflexione si usted es una de esas personas a las que les falta amor al prójimo; si es de aquellos que no le da la mano a un adulto mayor al cruzar la calle y se molesta si va en la cera y esa persona camina despacio. Lo invito a que tenga más tolerancia o se haga a un lado y siga su camino, si no piensa hacer un bien, no haga un mal, porque un animalito de la calle solo tiene hambre, frío, abandono y desamor, no lo maltrate por el hecho de pedir comida, o a un habitante de la calle. Sea más amable, más caritativo que del afán, solo queda el cansancio y la buena obra del día, el de arriba se lo compensará.

Por lo pronto, seguiremos a la espera que mi mamá pueda recibir su cirugía y tener pronta mejoría, yo seguiré apoyándola y acompañándola como ella lo ha hecho conmigo siempre, pero no deja de preocuparme esos adultos mayores que mes a mes enfermos y discapacitados deben ir a reclamar su pensión solos, ante la mirada indiferente de algunos y tanta falta de solidaridad.

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