Opinión

Políticas públicas para suicidarse

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Por Carlos Andrés Jurado

EL ALCALDE DE IBAGUÉ, Andrés Fabián Hurtado, aprovechó la reciente visita del presidente Duque al Tolima para pedirle dos apoyos indispensables a la hora de detener la creciente tasa de suicidios en la capital tolimense: una baranda —seguramente azul— que impida a los suicidas de estatura promedio alcanzar su objetivo, y una malla, de tal modo que quien supere la baranda rebote para quedar a salvo, a lo Chucho Botero. 

Estos literales apoyos para que el suicida ibaguereño, a diferencia de esta administración, no se caiga, son el punto más álgido de la política pública contra el suicidio en Ibagué. Una respuesta digna de un mandatario especialista en pavimentos (y al parecer subespecialista en pistas de aterrizaje con énfasis en piques ilegales), pero que ni siquiera se le ocurrió a él. Fue una iniciativa de la Personería, primero subestimada por él, pero que ahora parece animado a impulsar.  Pensará que ya Hurtada, la idea podría completar su colección de inspiraciones ajenas, entre las cuales destaca su propio programa de gobierno con apartes de uno de Petro.

La medida se fortalecería con mensajes provida, a cargo de periodistas tolimenses ya convocados por Alcaldía y Gobernación, conocedoras del optimismo del gremio en la región, siempre atento a las pautas (publicitarias) necesarias.

También se cuenta con dos escuadrones: uno espiritual, conformado por sacerdotes y pastores, que debería encabezar el respetuoso párroco de Natagaima, Ricardo Sabala, tan amante de la vida ajena —a quien habrá que esperar con calle de honor y carroza, para que no se enoje—, y otro de psicólogos, cuyo reto adicional consistirá en convencer a los lugareños de las ventajas de vivir en una ciudad sin trabajo, agua, vías, ni vacunas.  Solo falta el escuadrón del tamal y la lechona, táctica históricamente efectiva para alargar la vida, aunque sea electoral. Como última opción el inge… nioso Hurtado podría invitar al «cara y sello”, con una moneda que lleve su nombre por un lado (allí no más en El Espinal las hacen) y los resultados de su gestión en el reverso.

En las estadísticas divulgadas por la Secretaría de Salud de Ibagué sobre quiénes intentan quitarse la vida hay desde niños de diez años, adolescentes, jóvenes —en especial aquellos entre los veinte y veinticuatro años—, hasta adultos mayores. No aparecen, sin embargo, políticos, ni contratistas de la administración de turno, cuyo secreto existencial podría ser aferrarse a la vida tanto como a los recursos públicos. Tampoco están en la lista líderes sociales ni manifestantes, quienes no se suicidan, sino que los matan. Los mismos datos señalan como principal motivación de la ideación suicida los problemas emocionales, y, en menor porcentaje, las dificultades económicas.

Más allá de inmediatismos y oraciones, la política pública contra el suicidio requiere abordar aspectos que hoy  impiden a muchos creer en un proyecto de vida digna, evidenciados por el DANE e Ibagué Cómo Vamos: la informalidad laboral en la que sobreviven más de la mitad de los habitantes de Ibagué (con o sin pandemia); la violencia intrafamiliar; el hecho de que uno de cada tres colombianos come una o dos veces al día,  uno de cada cuatro jóvenes ni estudia, ni trabaja, y  uno de cada tres, aunque estudió, no encuentra empleo; sumados a la ausencia de competencias emocionales en menores de edad para afrontar sus relaciones interpersonales. ¿Qué aportes pueden hacer al respecto gobernantes como Hurtado u Orozco, desde despachos más parroquiales que eficientes, fieles a un Gobierno nacional promotor de la desesperanza e inequidad social?

Por ahora habrá que esperar la baranda de Duque, motivada con una placa a su nombre, y, debajo, pequeñito, el de Andrés Fabián. De lo contrario, bastará con pintar el puente de azul, un color que, en todas sus vertientes y gracias a la dupla Orozco-Hurtado, no garantiza espantar a quienes quieran botarse, pero sí a quienes votarán a conciencia en 2022. Algo es algo, como dicen cada que Hurtado inaugura o se adjudica alguna obra de Jaramillo, incluida la Unidad de Salud Mental del sur de Ibagué.

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