Opinión
Periodismo venezolano, entre la vergüenza y el coraje
Por: Germán Sánchez
Casi todos los que hacemos opinión pública y hablamos de la agenda mediática, nos hemos referido a la situación política, electoral y de violación de derechos humanos de Venezuela arreciada desde el pasado 28 de julio, cuando el hoy dictador Nicolás Maduro, perdió abrumadoramente frente a Edmundo González el candidato de la oposición.
Perdió en una votación -ojo no elección- muy particular frente a González, quien superando todas las trampas y obstáculos posibles durante la campaña, incluso la triquiñuela de datos por parte del Consejo Nacional Electoral, hoy ya develado por Anónimos, que el régimen pretendía penetrar la trasmisión usada de la línea de datos para instalar desde máquinas truchas, números falsos que no correspondían con los emitidos por los códigos QR de las propias máquinas oficiales de votación. Ya todos hemos abordado esto; sin embargo, pocos nos hemos detenido a hablar del papel y el ejercicio de la prensa desde aquel 28 de julio de 2024.
Lo que podemos observar, conocemos y fuentes nos han transmitido es que efectivamente hay dos bloques en el ejercicio y del quehacer diario periodístico: uno, la llamada gran prensa que por miedo a Conatel, que es como su Ministerio y Superintendencia de telecomunicaciones, invisibilizan adrede todo lo que tiene que ver con el sentir popular, expresiones de inconformismo ciudadano, protestas contra el régimen, movilizaciones ciudadanas, posturas y comunicados que sean no dependientes de Maduro o su gobierno ni mucho menos dan espacio a voces de la oposición o independientes. Esa es la más vil, rastrera y asquerosa conducta de un medio de comunicación o de alguien que se precie de llamarse así mismo periodista.
Es tan baja conducta como mentir, inventar noticias, esparcir rumores, no cotejar información antes de difundirla; lo que allí vemos en un simple ejercicio de seudoperiodismo parásito y propagandístico o proselitista, por tanto, no es periodismo real. Bueno muy al estilo de lo que también vemos a veces en Colombia en lo nacional y en lo regional.
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De otro lado, está un bloque de periodistas minoritarios de esa gran prensa, junto a periodistas y medios independientes, casi todos digitales y de provincia, que en buena medida tratan de cumplir a cabalidad con su oficio de contar lo que está pasando, dar a conocer los hechos, los abusos, las trampas y la realidad desde esa otra Venezuela que va más allá de Caracas. Que se soportan en la internet -que ya amenazó con cortar Maduro- y de las redes sociales, ese escenario de la otra gran batalla por la narrativa pública. Es más, el Sindicado Nacional de Prensa de Venezuela denunció que los periodistas han enfrentado muchos obstáculos para su ejercicio y detenciones luego de la jornada de votación del pasado 28 de julio.
Según los propios periodistas, lo que se vive actualmente en Venezuela es el “calentamiento del ambiente político en base a un cuestionamiento muy severo a los resultadas anunciados por el CNE del pasado 28 de julio y que no responden el gobierno ni el CNE, si no la respuesta es represión de las Fuerzas Militares y Policiales del Estado y los colectivos chavistas”. Los últimos datos dan cuenta es de por lo menos 50 incidentes contra periodistas se han documentado de forma directa, 10 periodistas detenidos por la cobertura de hechos relacionados con lo que sucede en las calles después del 28 de julio y múltiples señalamientos falsos de que son agentes de la CIA y del imperio británico, por el solo hecho de informar y no pegarse a los mensajes que quiera transmitir Nicolás Maduro, o simplemente por preguntar cosas obvias cómo la no publicación de las actas electorales, pedir el mostrar pruebas del supuesto hackeo a la página del CNE, y cosas por el estilo. Periodistas, camarógrafos y reporteros gráficos han sido catalogados y judicializados por terrorismo, incitación al odio y traición a la patria, delitos que no están señalados en las propias actas policiales que les muestran cuando los detienen, si no se los endilgan posteriormente cuando están privados de la libertad.
Creo que todos debemos ponernos al tanto de esas actuaciones periodísticas de uno y otro bloque, porque sin duda en buena medida la salud democrática de las naciones también pasa por un buen ejercicio de la prensa libre, sin ataduras, presiones, pero por su puesto también profesional y responsable con lo que dice, comenta, registra y analiza. Lo de Venezuela con la prensa, también nos debe llevar a un ejercicio autocrítico serio de lo que sucede con ese oficio periodístico y la labor de los medios en nuestro país, en nuestro departamento y en esta ciudad.