Opinión
No volvamos al pasado: la vida y la democracia no se negocian

Por: Daniel Avila
El reciente atentado contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay es un hecho que sacude profundamente a Colombia. No solo representa un ataque contra una persona, sino contra toda la institucionalidad democrática que, con mucho esfuerzo y dolor, hemos venido construyendo.
Desde el trágico asesinato de Luis Carlos Galán, hace más de treinta años, Colombia ha intentado dejar atrás la violencia política para construir una democracia basada en el respeto, el debate y los argumentos. Pero este atentado nos demuestra que ese camino aún está lleno de amenazas y que no podemos dar por sentadas las conquistas que tanto nos han costado.
Rechazo de manera categórica cualquier forma de violencia contra quienes piensan distinto. La democracia se construye desde la diferencia, desde el pluralismo, desde la diversidad de ideas. No podemos permitir que el miedo, la intimidación o el odio se apoderen del escenario público. Respetar la vida no es solo un principio ético, es la base sobre la que se edifica cualquier sociedad justa.
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Ninguna ideología, partido o proyecto político vale más que una vida humana. Las ideas deben confrontarse con ideas, no con balas. Quien recurre a la violencia para silenciar al otro está demostrando la debilidad de sus argumentos y el desprecio por el país.
Hoy fue Miguel Uribe. Mañana podría ser cualquier otro. Por eso, más allá de banderas y diferencias, debemos cerrar filas en la defensa de la vida, la democracia y la libertad. Quien justifica o guarda silencio ante un atentado, es cómplice del retroceso.
Este no puede ser un episodio más que se olvide con los días. Debe ser un punto de inflexión. Colombia no puede ni debe retroceder. Nuestro país tiene que avanzar, consolidando un escenario donde el debate político se dé con respeto, altura y garantías para todos. El disenso no es una amenaza, es una riqueza por eso, este no puede ser solo un episodio que lamentamos y olvidamos. Debe ser una advertencia clara de que nuestra democracia necesita ser cuidada todos los días, no solo en los discursos, sino en las acciones, en el respeto al otro, en la defensa de la vida y en la dignidad del debate. Solo así podremos avanzar como sociedad, sin miedo, con justicia y con libertad. Porque como dijo Luis Carlos Galán:
“Mi vida está al servicio de un ideal: que en Colombia nadie tenga miedo de decir lo que piensa”.