Opinión

Mujeres Colombianas

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Por: José Julián Ñáñez Rodríguez – director del Doctorado en Ciencias de la Educación de la UT y Alejandra Barrios Rivera – magíster en Educación

Desde 1967 en Colombia cada 14 de noviembre se conmemora el Día de la Mujer colombiana, un homenaje en honor al fusilamiento de Policarpa Salavarrieta en 1817; Su legado, lejos de desvanecerse en el tiempo, se multiplica hoy en millones de mujeres que continúan transformando nuestra nación. De acuerdo con las proyecciones del DANE, en 2024 Colombia cuenta con 52.70 millones de habitantes, de los cuales 26.98 millones son mujeres (51.2%) y 25.72 millones son hombres (48.8%). Esta mayoría femenina no solo representa una realidad demográfica, sino un potencial transformador que ha sido fundamental en los procesos de cambio social y cultural en Colombia.

La historia nos demuestra que este potencial transformador ha sido una constante. «No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente», escribió Virginia Woolf, palabras que resuenan cuando nos detenemos a observar la inquebrantable determinación de las mujeres colombianas a lo largo de nuestra historia. Esta determinación se refleja en cada esfera de la sociedad, desde las luchas por la independencia hasta las transformaciones contemporáneas.

Este papel protagónico en la construcción de nación encuentra respaldo en investigaciones recientes. Los estudios y publicaciones académicas de Luz Gabriela Arango, investigadora y socióloga colombiana han documentado ampliamente cómo las mujeres colombianas han sido agentes fundamentales de transformación social, actuando no solo desde los espacios tradicionales sino también desde la academia, la política y los movimientos sociales.

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La historia de Colombia está tejida con los hilos del valor y la determinación de sus mujeres. En nuestras comunidades indígenas, las mujeres han sido las guardianas ancestrales del conocimiento y la cultura. Son ellas quienes, generación tras generación, juegan un rol decisivo en la pervivencia de las lenguas, las tradiciones y los saberes medicinales que enriquecen nuestro patrimonio cultural.  En las zonas rurales, las campesinas colombianas son el motor de la seguridad alimentaria del país. Con sus manos cultivan la tierra, preservan las semillas nativas y mantienen vivas las prácticas agrícolas sostenibles. Su trabajo, muchas veces invisible, sostiene la economía familiar y comunitaria.

En las artes y las letras, voces como las de Marvel Moreno, Laura Restrepo y Piedad Bonnett han narrado las realidades complejas de nuestro país, mientras que científicas como Nubia Muñoz han puesto en alto el nombre de Colombia en el escenario internacional con sus investigaciones pioneras. Así mismo, en las aulas, las fábricas, los hospitales, los juzgados y los laboratorios, las colombianas demuestran día a día su capacidad de liderazgo y su compromiso con el desarrollo del país. Son emprendedoras, investigadoras, artistas, deportistas y políticas que abren camino para las nuevas generaciones.

Si bien son innegables los avances y logros de las mujeres colombianas, no podemos desconocer los enormes desafíos que aún persisten. Como sociedad, es fundamental fortalecer las políticas públicas en materia de educación, seguridad y prevención de todas las formas de violencia, pues, la construcción de una Colombia más justa y equitativa requiere del compromiso decidido de los diversos sectores sociales para garantizar que todas y todos podamos desarrollar nuestros proyectos de vida en condiciones de dignidad y seguridad.

Sin embargo, esta columna, es un recordatorio a las mujeres que día a día escriben nuevos capítulos en la historia de Colombia, de que su grandeza no solo radica en los roles que desempeñan, sino en su capacidad de soñar, crear y transformar realidades. Como dice el poema apócrifo atribuido a Walt Whitman:

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,

sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.

No te dejes vencer por el desaliento.

No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,

que es casi un deber.

No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.

No dejes de creer que las palabras y las poesías

sí pueden cambiar el mundo.

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