Opinión
La desolación del Terraplén
Por: Germán Sánchez
Lo que era uno de los lugares más bonitos, frescos y agradables del centro de Ibagué hoy se ve desolado, luce como tierra arrasada y triste –bueno, como casi toda la ciudad hoy-. A primera vista así se ve el llamado Terraplén del parque Centenario que fue objeto ni más ni menos de lo que pareciera un ecocidio oficial de parte de las autoridades locales y ambientales.
La discusión planteada con la poda de los grandes y robustos árboles, sembrados en el Parque Centenario desde hace más de 60 años, no puede ser la inane de que se requería tal matanza arbórea para evitar nuevas pérdidas de vidas humanas, pues después de la tragedia y “gracias a un rápido estudio técnico” detectaron que los árboles cortados representaban un peligro por su mal estado y decadencia; claro, obvio, eso seguramente es lo pertinente, lo entiende hasta un niño del preescolar con algo de conciencia ambiental. No. La discusión es por qué se tomó la radical acción solo al dejar dos huérfanos y una viuda, por causa del trágico accidente de la semana pasada cuando un enorme árbol cayó y mató un transeúnte quien con su familia hacia uso libre de un espacio público y abierto que no tenía restricciones, advertencias y señales de peligro o de a su propio riesgo transite debido al mal estado de masa vegetal o la infraestructura del parque.
Porque si la respuesta es que no se sabía de la condición de dicho árbol en ese sector céntrico y estratégico –nada que ver con que estuviera a la periferia oculto a los ojos administrativos- , la pregunta obvia es por qué no se conocía del estado de ese y los demás árboles; acaso no hay programas de mantenimiento de zonas verdes, espacios públicos, de los árboles que adornan y dan un respiro a la ciudad, no están incluidos en los planes y proyectos del gobierno local y de las autoridades del ramo en cuanto a mantenimiento, estudios, cuidado y preservación con un inventario actualizado de la condición de los mismos para su conservación y, sobre todo, para que no representen un riesgo para los transeúntes y usuarios de vías, parques y zonas públicas.
Es necesario conocer si desde las secretarías y oficinas responsables se tenía y tiene claro el mal o buen estado de los grandes árboles existentes en Ibagué, si hay falta de mantenimiento, si se requiere una resiembra programada, una acción planificada para ejecutar y en qué tiempos y periodos. Máxime cuando existían ya hechos evidentes a los ojos de todos: uno presentado en ese mismo parque, porque ya se había dado una especie de advertencia semanas atrás con deslizamientos, prendimientos dentro del mismo y caída de ramas. Así mismo, que la ciudad está siendo golpeada por un fuerte invierno generando problemas de hundimientos, desprendimientos y deslaves en todas partes incluida la zona centro y para muestra lo recientemente sucedido en la cuesta de Chapinero, donde tristemente un alud también mató un ciudadano y taponó la conexión hacia el sur de la ciudad.
Nadie discute que las medidas reactivas para evitar nuevas tragedias deban darse ¿Pero las preventivas? ¿Las de planeación? ¿Las de anticipación? Las que se requieren para una coyuntura como la actual ¿dónde quedaron?
Las vidas perdidas ya no se podrán recuperar, la tristeza y el vacío de una viuda e hijos tampoco, se truncaron vidas, sueños y esperanzas familiares, eso es irreversible y tendrán que seguir llevándolo el resto de sus vidas.
Posiblemente luego del dolor, por parte de los afectados vendrá lo lógico y de ley que será demandar al municipio por su presunta negligencia o para establecer responsabilidades. Dinero que tendremos que pagar todos por la falta de previsión y planeación del gobierno local y sus funcionarios en turno hoy y de quienes por ley están a cargo de estas responsabilidades. Mientras, ellos parecen estar dedicados a seguir sacando disculpas, los fuques que fueres, “explicaciones técnicas” para tratar de escurrir el bulto a su responsabilidad por acción u omisión en lo ocurrido en la tragedia que cobró vidas humanas y vegetales en un solo lugar: El hoy desolado Terraplén de Parque Centenario.