Por: Jonathan Ortiz – Twitter: @JonathanOrtizt 

La ciudad pensada por Pablo Neruda cuando se refería a la icónica frase: “El agua anda descalza por las calles mojadas” podría ser Ibagué, la ciudad en la que miles de litros de agua potable viajan sobre el asfalto agrietado mientras decenas de hogares añoran que una gota salga de su grifo.

Esa es nuestra actualidad; al antiguo acueducto de la ciudad, fabricado en asbesto-cemento, material donde las fibras del componente no se disuelven y que puede causar daños colaterales en la salud humana dada su ingesta, es necesario añadirle la doliente imagen de las múltiples fugas; los miles de litros de agua perdida contextualizan el resultado que argumenta el fracaso de Ibagué en desarrollo sostenible, incluyendo la integridad del medio ambiente, la pobreza y el hambre.

La ciudad de Neruda durante su histórico desgobierno acumulo acciones de actuar sin planificar, su inoperancia organizacional y funcional nos conducen al fracaso.

Mientras el agua potable recorre las vías de la ciudad, los conjuntos residenciales usan el agua de piscinas; mientras el agua potable recorre las vías de la ciudad, el negocio politiquero otorga disponibilidades hidrosanitarias e impulsa el racionamiento del liquido vital.

¿Acaso el agua potable no es un derecho fundamental?

Mas de diecisiete (17) fugas de agua potable en una ciudad que carece de la misma es deplorable.

¡QUE NO SE NOS PIERDA LA DIGNIDAD¡