Opinión

Elecciones para aprender

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Por: Germán Sánchez

Creo que los latinoamericanos, con el triunfo de Edmundo González y María Corina Machado en Venezuela -reconocido oficialmente o no por el CNA del régimen madurista, que seguramente no será así-, asistimos sin duda a un hecho excepcional en la política, lo electoral, sus formas, sus maneras, en cómo se hace, el papel de las redes, la importancia de las formas y de los mensajes, de la semiótica y la semántica para convencer a los ciudadanos venezolanos.

Una jornada electoral histórica de participación ciudadana en todos sus estados (para nosotros departamentos) marca un hito en el quehacer político-electoral. Primó, sin duda, la estrategia y la táctica, la puesta sencilla de intereses comunes de largo plazo, más que de victorias pírricas tempranas que dieran alguna alegría pasajera, de cálculos y lucimientos personales, de egos y de formas lineales de leer el poder y al contrario electoral.

María Corina hizo algo que es muy difícil en la política: transferencia de votos y simpatías a Edmundo. Fue ese su plus, la capacidad de no dejar morir el ímpetu, las ganas de cambio, que las emociones negativas básicas de la política electoral como la rabia y la ira pasaran a un también sentimiento básico de esperanza y gratitud.

Pese a las trampas, trabas, cambios, amenazas y demás del gobierno de Nicolás Maduro, aprendieron tácticamente a superarlos con inteligencia emocional acogiéndolas y siempre dando un mensaje contrario a lo que realmente querían lograr, es decir, lograron confundir y no ser fácilmente leídos en su estrategia pese al espionaje y la infiltración. Que María Corina representara a la madre que quiera unidad y el bienestar colectivo sirvió mucho, frente a un macho alfa férreo, torpe y tosco que se aferró al discurso de miedo, odio y beligerancia, pensando que ese era el camino para sembrar incertidumbre y desánimo colectivo. Incluso trató de recurrir al viejo sentimiento de adoración ciega chavista, lo cual tampoco le resultó, porque la realidad social diaria superó el discurso y la promesa de ahora sí viene algo bueno.

De forma excepcional y en menos de seis meses hemos asistido a dos hechos inéditos en las política electoral de esta parte del mundo; primero lo hizo Javier Milei al enfrentarse en un discurso sin cortapisas frente a lo que llamó la casta política Argentina, que dominaba todo el espectro del poder político en su país, y con conocimientos y la bandera de recuperar la economía como principal estandarte de la discusión cotidiana, ganó la presidencia luego de apenas dos años de estar en la política activa como diputado nacional (senador) y de ahí como candidato presidencial. Ahora es Edmundo González, un hombre cercano a los 80 años, a quien se le ve como el abuelo bonachón, sabio, tranquilo y muy lento, que de la mano de María Machado equilibró la energía política vital de quienes lo respaldaron, seguramente también como una forma de agradecer la lucha de ella quien, sin publicidad oficial, sin entrevistas en medios locales, sin poder poner publicidad, con restricciones de movilidad, presiones y amenazas a ella su equipo y a quienes se atrevieran a apoyarla.

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Mucho que aprender y analizar de esta jornada en Venezuela y de la de Argentina sobre las nuevas maneras de la política contemporánea en esta parte del mundo.

Ojalá y hayan reconocido el triunfo de la oposición venezolana, si no que ojalá no haya -por ahora- el baño de sangre que prometió Maduro y digo por ahora, porque si se roban estas elecciones queda claro que no le queda salida distinta a una revolución popular en todas sus formas o aguantar 25 años más de un mal gobierno. Maduro tiene las armas y el dinero, sabe que la oposición es miedosa y le teme a la lucha y la confrontación, que ellos aprendieron de Cuba, Nicaragua y Rusia.

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