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El Tolima y su capital entre elefantes blancos, corrupción y una ciudadanía con apatía política

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Por: Julián Betancourt Nieto.

Como sí lo sucedido con los escenarios deportivos donde se robaron los dineros públicos no bastara para ser la vergüenza nacional en corrupción, ahora llega el informe de la Contraloría General la cual ubica al Tolima en el primer puesto a nivel nacional, como el departamento con más obras inconclusas.

O como coloquialmente la narrativa periodística muy jocosamente le ha llamado: “Elefantes Blancos”,  y bajo esa misma línea, Ibagué, está en estado crítico por obras como los escenarios deportivos y el panóptico entre otros.

Este último, que a hoy está valiendo más de lo que originalmente se contrató, una copia del reciente inaugurado túnel de la línea, y tal vez las dos palabras “elefante blanco” pasa como normal a simple vista, pero la realidad es que no es otra cosa que corrupción, intereses  de movimientos políticos gobernando, una ciudadanía tolerable y culpable, unos entes de control con infinidades de investigaciones en cajones y un sistema hecho teóricamente en separación de poderes pero que su practicidad resulta imponiendo la voluntad de quien gobierna aun por encima de entidades como Contralorías y procuradurías regionales que son cooptadas por el ejecutivo, todas son situaciones que sirven y garantizan que hoy el Tolima se encuentre dónde estamos.

Y, ante esta situación lo más normal es que se empiecen a buscar culpables y en esta búsqueda se suele decir “Políticos corruptos” como únicos culpables y hasta se centran en momentos coyunturales para culpar a los gobiernos de turno, en medio de este afán de respuestas, a simple vista tal vez si son culpables, pero no los únicos.

No es tan sencillo como esto, ya que los políticos no llegan al poder por si solos, y los gobiernos de turno tal vez son culpables en el momento mismo en que se niegan a dar continuidad a obras que se encontraba ejecutando el gobierno que lo antecedió por diferencias ideológicas, pero aun con esto no se puede desconocer que este nefasto puesto que hoy nos pone en primer lugar se da con un tema de años, de gobierno en gobierno, de gobernantes en gobernantes, estructural para colocarlo en palabras técnicas.

Lo cierto aquí, es que por un lado la separación de poderes, uno de los pilares fundamentales de una democracia, es algo que funciona bien como retórica, y en la práctica funciona a medias, pues para nadie es un secreto que los entes encargados de controlar resultan manejados por fichas claves de partidos políticos, alcaldes y gobernadores, para garantizar que las investigaciones no avancen, un caso de yo te nombro tu no me investigas, para entenderlo mejor: yo siendo alcalde nombro a mi amigo de procurador, si la procuraduría es la encargada de investigarme disciplinariamente pues mi amigo no lo va hacer.

¿Cómo logro que mi amigo llegue a este puesto?, sencillo, basta con tener mayorías y mover algunas fichas en los concejos municipales y listo, lo eligen, esto ocasiona que nunca hayan fallos en investigaciones o se archiven.

Pero los problemas no son solo desde las instituciones, porque se cae en el error de siempre buscar culpables solo desde allí, de ahí las dos palabras citadas al iniciar este texto “políticos corruptos”, la frase del año del ciudadano al escuchar corrupción, pero resulta que aquí el ciudadano juega el papel más grande cuando de culpables se trata.

¡Oh, ¿Cómo así?!, pues si, como ciudadanos somos los más culpables de esto, de ocupar los primeros puestos, y sucede desde el mismo momento en que marcamos el tarjetón el día de la elección por aquel político que me dio una que otra dadiva, tamal, lechona y cuanto cosa queramos imaginar, sucede desde el mismo momento en que no nos tomamos el trabajo de leer al menos la primera página del plan de gobierno de un candidato, y tal vez una de las cosas que más contribuyen es la apatía por lo público, por la política, pues esto nos lleva alejarnos de un fortalecimiento en nuestra cultura política, y bajo esa misma situación a desconocer cosas tan sencillas, un ejemplo de ello  mecanismos de control político básicos en una democracia como las veedurías ciudadanas.

Por otro lado, nos encontramos con que muchas obras que se inician en gobiernos no se les da continuidad en los gobiernos entrantes, y se agrava cuando los gobiernos vienen o representan otra casa política, sobresale el capricho del gobernante de turno por encima del interés general que recae en la ciudadanía que a falta de interés, carece de argumentos para exigir, para no ir tan lejos hace poco viene siendo noticia el sonado caso de la plaza de mercado del municipio de Icononzo, al terminar la administración anterior habían quedado un poco más de 350 millones con destinación específica para concluir la obra, la administración nueva en cabeza de Margoth Morales, decidió gastarse esos recursos en las fiestas del municipio con un traslado presupuestal que hoy está en investigación de la controlaría, el resultado de esto es que la obra continua como elefante blanco aportando a las cifras que nos colocan en los primeros puestos.

Así las cosas, se denota que el problema recae en la culpabilidad de múltiples actores que van  desde la institucionalidad hasta la propia ciudadanía que poca o nula concientización tiene frente al problema más allá de palabracear “políticos corruptos”,  esos que ellos mismos llevan al poder bien sea porque votan por ellos, o en algunos casos porque ni si quiera votan el día de elecciones.

Mientras tanto seguimos ocupando los primeros puestos, no solo en esto, sino también en desempleo, mientras tanto, nos ocupamos de gritar arengas en marchas como las de hoy, el 21S,  que en nada o poco cambiará la estadística hasta tanto no pasemos de esas arengas y de destruir los CAI de policía a un verdadero control ciudadano con las herramientas que aún la Constitución nos brinda.

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