miércoles, 27 de agosto de 2025 03:53

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Cuando mamá se baja del escenario político para que subamos nosotros

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Por: Dahian García Covaleda

Hace poco, el alcalde de Alpujarra compartió una historia que me tocó profundamente. No solo por lo que contaba, sino por lo que despertó en mí esa herida sutil pero persistente de ser mujer en un mundo donde, muchas veces, nuestros sueños se posponen… o se ceden.

Contaba cómo su madre, una mujer decidida, luchó por convertirse en alcaldesa. Lo intentó con todo el corazón, pero perdió por tan solo 200 votos. Un margen mínimo. Un suspiro de diferencia. Y, sin embargo, suficiente para que ese sueño se desvaneciera. Ella no insistió. No volvió a intentarlo. En cambio, dio un paso al costado y dejó que su hijo —hoy, el actual alcalde— ocupara ese lugar que ella había labrado con tanto esfuerzo.

Esa historia me removió, pero no fue la única. En Ibagué, conocí a una mujer que encabezaba la lista al Concejo por el Partido de la U. Su hijo mayor la acompañó durante todo el proceso. Ella tenía la preparación, la trayectoria, la convicción. Pero no fue suficiente. Las dinámicas políticas, muchas veces teñidas de machismo y resistencia al cambio, no le permitieron obtener un escaño. Hace unos meses hablé con ella, y sus palabras aún me retumban en el pecho: “Ya no seguiré en esto, ahora apoyaré a mi hijo. Él tiene un futuro brillante”.

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¿Cómo no sentir un nudo en la garganta al escuchar algo así? ¿Cómo no estremecerse ante la renuncia de un sueño personal en nombre del amor, de la esperanza proyectada en los hijos?

Yo aún no soy madre, pero soy hija. Y con cada historia como esta, entiendo más profundamente el sacrificio silencioso de nuestros padres. En especial el de nuestras madres. Porque sus sueños no se apagan, los apagan. Porque siguen teniendo deseos, pasiones, metas… pero muchas veces los dejan atrás para que nosotros podamos avanzar.

Esto no es solo un acto de amor. Es un acto de valentía. Y también, aunque duela admitirlo, de injusticia.

Me cuesta aceptar que en la política y en tantos otros espacios los sacrificios parentales sigan siendo tan invisibles. Que las mujeres que han construido caminos, formado liderazgos, no reciban el mismo respaldo o las mismas oportunidades que los hombres. Que los sueños de las madres se conviertan, una y otra vez, en plataformas para los hijos, y no en alas para ellas mismas.

Hoy, mi reflexión es un agradecimiento. A esos padres y madres que han dejado de soñar por ellos para soñar por nosotros. Pero también es una invitación a no dejar que sus sueños mueran. A reconocer su lucha. A visibilizarla. A devolverles, en la medida de lo posible, algo de todo lo que han dado.

Porque ceder un sueño puede ser un gesto de amor, sí. Pero cuando el amor siempre cede, también se desgasta. Y duele.

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