sábado, 27 de septiembre de 2025 18:37

Connect with us

Opinión

Abelardo de la Espriella y los «fracasados» del sistema: la misma herida que explotaron Trump y Milei

Published

on

Por: Dahian García Covaleda

En el universo de los pensadores contemporáneos que se atreven a tocar los temas espinosos de la desigualdad y la meritocracia, Abelardo de la Espriella destaca como una voz que se aleja del análisis académico tradicional y se adentra en la realidad visceral de quienes sienten que el sistema les ha fallado.

De la Espriella no habla desde el privilegio de los «ganadores», sino desde la perspectiva de aquellos que, a pesar de sus esfuerzos, nunca lograron alcanzar el éxito que el sistema les prometió. En su mirada, los jóvenes frustrados, marginados y excluidos no son «fracasados», sino víctimas de un orden profundamente injusto, diseñado para que solo unos pocos lleguen a la cima.

Este enfoque conecta profundamente con las reflexiones que Michael Sandel plantea en La tiranía del mérito, donde denuncia cómo la meritocracia no solo fomenta la desigualdad, sino que convierte a quienes no cumplen con las expectativas del sistema en “fracasados” que deben cargar con el peso de una culpa colectiva. Ambos autores coinciden en algo esencial, el sistema no premia el esfuerzo, sino el acceso a recursos y conexiones. Y para aquellos que no tienen acceso a esas herramientas, la promesa de igualdad de oportunidades se convierte en una cruel ironía.

Es aquí donde el análisis de de la Espriella encuentra resonancia en fenómenos políticos actuales, como el ascenso de figuras como Donald Trump y Javier Milei. Ambos representan a esa franja de la población que, de acuerdo con las reglas de la meritocracia, ha fallado. Los jóvenes hombres que, a pesar de su trabajo y sus intentos, no logran alcanzar el estándar de éxito que les prometieron desde pequeños, y que ahora, frente a un sistema que no les da voz ni oportunidad, encuentran en estos políticos una especie de consuelo.

Tanto en Estados Unidos como en Argentina, estos líderes han sabido canalizar la frustración y la rabia de los sectores más marginados de la sociedad. En su retórica populista, Trump y Milei no solo atacan al sistema establecido, sino que se presentan como figuras que entienden el dolor de aquellos que no han logrado cumplir con las expectativas del sistema.

Estos jóvenes, que han sido descartados por la meritocracia, encuentran en figuras como Trump o Milei un refugio emocional: «ellos me entienden», piensan. Y esa conexión, más allá de las promesas económicas o políticas, es lo que les da poder.

Le puede interesar: Mafe Cabal a la Presidencia: ¿Una Oportunidad para las Juventudes o un Regreso al Pasado?

Trump, con su discurso de «recuperar lo perdido», no solo hace eco de un pasado idealizado, sino que apunta a esa clase media empobrecida, a los trabajadores que ven cómo su estabilidad se desploma mientras el sistema les sigue pidiendo más. Lo mismo ocurre con Milei, cuyo mensaje de rechazo al orden político tradicional encuentra su mayor respaldo entre aquellos que sienten que, a pesar de sus esfuerzos, nunca podrán acceder a las oportunidades prometidas por el sistema neoliberal.

En este contexto, tanto Trump como Milei logran hacerles un guiño a esos «perdedores» que no encuentran espacio en un sistema que premia a los que ya nacieron con ventajas. Y aunque sus propuestas políticas son polarizantes, lo que realmente los hace peligrosos es la capacidad de conectar con un malestar social profundo, el sentimiento de traición y abandono de quienes ya no creen en las promesas de movilidad social.

En definitiva, el desafío es claro, o se reconfigura el sistema para que deje de ser tan excluyente, o seguiremos viendo cómo los «perdedores» se multiplican y las figuras populistas prosperan. La meritocracia ha fallado, y con ella, el sueño de una sociedad verdaderamente justa.

De la Espriella no se ha medido políticamente en unas elecciones, pero seguramente un sector importante de las juventudes le darán su voto de confianza, replicando los fenómenos vistos en Argentina y EEUU.