sábado, 25 de octubre de 2025 13:36

Connect with us

Opinión

Gentrificación y Cultura Local: Entre la Renovación Urbana y la Hibridación Cultural

Published

on

Por: José Julián Ñáñez Rodríguez – director del Doctorado en Ciencias de la Educación de la UT y Alejandra Barrios Rivera – magíster en Educación.

Las ciudades colombianas, al igual que muchas en el mundo, experimentan transformaciones urbanas que desafían las categorías analíticas tradicionales. En barrios como Getsemaní en Cartagena o La Candelaria en Bogotá, la tienda de barrio que lleva décadas atendiendo a los vecinos comparte ahora la cuadra con cafés de especialidad frecuentados por trabajadores remotos internacionales, galerías de arte contemporáneo y talleres artesanales que comercializan mediante plataformas digitales. ¿Estamos ante procesos de despojo cultural o frente a dinámicas más complejas de hibridación donde lo nuevo y lo antiguo negocian constantemente?

La gentrificación suele abordarse desde posturas extremas: mientras algunos la presentan como un signo de progreso urbano, otros la denuncian como una forma de despojo. Sin embargo, su complejidad exige miradas más matizadas. Este proceso puede mejorar la infraestructura y dinamizar la economía local, pero también genera desplazamientos, erosiona la identidad barrial y abre espacio a formas sutiles —y a veces profundas— de vulnerabilidad social (Zukin, 2010). Estas tensiones se agravan con la turistificación, fenómeno que convierte los territorios en vitrinas para el consumo externo.

Como advierte Moriente (2023), la fusión entre turismo y gentrificación produce pérdida del sentido de pertenencia, ruptura de redes vecinales y una sensación de extrañamiento frente al propio territorio. Detrás de la fachada del progreso emergen dinámicas más inquietantes: los barrios se transforman en escenarios donde lo pintoresco convive con lo precario, y donde la promesa de lo “auténtico” encubre circuitos de explotación, desigualdad y deterioro moral que rara vez forman parte del relato oficial.

Le puede interesar: La gastronomía en la construcción de cultura

Al respecto, Navarrete et al. (2025) documentan cómo la llegada de nómadas digitales a Ciudad de México ha generado efectos ambivalentes: inyección de capital, pero también incrementos acelerados en precios que superan los ingresos locales. El problema no es la movilidad internacional, sino la ausencia de regulaciones que protejan a las poblaciones de presiones especulativas. La diferencia entre gentrificación inclusiva y excluyente radica en las políticas públicas: las ciudades que implementan regulación del mercado inmobiliario, límites a los alquileres y mecanismos de participación comunitaria logran aprovechar inversiones sin sacrificar la diversidad social.

De manera similar, Néstor García Canclini define la hibridación como «procesos socioculturales en los que estructuras o prácticas discretas, que existían de forma separada, se combinan para generar nuevas estructuras, objetos y prácticas» (García Canclini, 2006, p. XIX). Desde esta perspectiva, la gentrificación puede entenderse como proceso donde lo popular y lo cosmopolita, lo tradicional y lo contemporáneo negocian constantemente (Harvey, 2008). Sin embargo, García Canclini advierte que estos procesos no ocurren en igualdad: las relaciones de poder determinan qué prácticas son valoradas, cuáles invisibilizadas y cuáles folklorizadas. A menudo, la vendedora de arepas es criminalizada por ocupar el espacio público, mientras un restaurante de cocina fusión celebra la «autenticidad» de esas mismas arepas vendiéndolas a precios multiplicados.

No obstante, existen alternativas. Experiencias de turismo comunitario en Quito, Oaxaca o comunidades andinas demuestran que las organizaciones locales pueden desarrollar modelos donde el turismo sostiene económicamente las prácticas culturales sin desplazarlas. El problema no es el intercambio cultural, sino quién controla los procesos y bajo qué términos.

Finalmente, este entramado requiere una mirada política y ética; pues, no solo es un redefinir los espacios: redefine también quiénes tienen derecho a existir en ellos. Lo que está en juego no es la estética de las ciudades, sino la dignidad de sus habitantes. Cada muro restaurado con fines turísticos puede significar una historia borrada, una vida desplazada, una memoria convertida en decoración. Si el progreso implica despojo, no es progreso (Zinn, 2005), sino sustitución de unos mundos por otros, por ende, la justicia urbana comienza cuando la vida cotidiana deja de ser sacrificio colateral del desarrollo y se reconoce como el verdadero patrimonio de la ciudad.

La gentrificación nos interpela entonces, sobre el tipo de ciudad que queremos construir. Los procesos de hibridación pueden enriquecer o empobrecer el tejido social, dependiendo de si ocurren en condiciones de equidad o dominación. El desafío es crear condiciones para que la diversidad cultural sea realidad vivida, no espectáculo; para que la renovación no implique expulsión; para que las ciudades latinoamericanas muestren que el desarrollo no exige homogeneización ni exclusión.

Referencias

García Canclini, N. (2006). Culturas híbridas: Estrategias para entrar y salir de la modernidad (Edición actualizada). Paidós.

Harvey, D. (2008). The Right to the City. New Left Review, (53), 23–40.

Navarrete, D., Whitney, R., & Krstikj, S. (2025). Gentrificación transnacional y nómadas digitales en la zona central de la Ciudad de México. EURE, 51(152), 1-23. https://doi.org/10.7764/eure.51.152.10

Moriente, D., & Botella Ordinas, E. (2023). Procesos de turistificación y gentrificación en América Latina y España: una panorámica. Historia y Memoria, (26), 7–18. https://doi.org/10.19053/20275137.n26.2023.15222

Zinn, H. (2005). A People’s History of the United States: 1492–Present. Harper Perennial Modern Classics.

Zukin, S. (2010). Naked City: The Death and Life of Authentic Urban Places. Oxford University Press.